La tragedia humana que arrastró el seísmo en el centro de Italia conmocionó inmediatamente al país con casos como el de una mujer que murió abrazada a sus dos hijos en la cama de su casa o el de la Casa del Estudiante de L´Aquila, visiblemente destrozada y entre cuyos escombros aún permanecen desaparecidos varios jóvenes.

El Consejo de Ministros extraordinario celebrado a última hora de la tarde de ayer decretó oficialmente el estado de emergencia en la región de Los Abruzos y pospuso la aprobación de fondos de ayuda a los afectados hasta determinar con exactitud el alcance de una tragedia que el lunes hizo temblar toda Italia.

Los miles de personas que han sido evacuados estaban al cierre de esta edición llenos de inquietud ya que continuaban registrándose pequeños movimientos telúricos, mientras permanecían en las calles bajo una lluvia permanente. La situación era crítica dada la escasez de camas, aunque se dio prioridad de alojamiento a niños y ancianos.

Entre las muestras de solidaridad recibidas por los italianos se cuenta la del Rey de España, Juan Carlos I, que llamó al presidente de la República, Giorgio Napolitano, para expresarle sus condolencias. La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, en nombre del Gobierno, mostró su apoyo a los italianos, y también el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Antonio María Rouco Varela, quien envió una carta de condolencia a su homólogo italiano, monseñor Angelo Bagnasco

A pesar de encontrarse a 95 kilómetros del epicentro, la ciudad de Roma también tembló y, según informó el superintendente para arqueología de la capital italiana, las Termas de Caracalla -que fueron construidas por los romanos entre los años 212 y 216 después de Cristo- también registraron algunos daños. Además, las previsiones de que un terremoto devastador estaba por llegar, lanzadas la semana pasada por el investigador Giampaolo Giuliani han encendido la polémica en Italia. Giuliani, que trabajaba para el laboratorio nacional de física del Gran Sasso, cerca de la zona del terremoto, había predicho que un evento sísmico de mayores proporciones estaba por llegar. Sin embargo las autoridades acallaron a Giuliani e incluso le sancionaron, acusándole de provocar falsas alarmas.