"Yo no quería cumplir 18 años. Conforme se acercaba el día me angustiaba más. No sabes qué va a ser de ti fuera del centro de menores y tienes que tomar una decisión en un momento temprano de tu vida". La historia de Vanesa Martín es la de cualquier niña o niño que haya sido tutelado por la administración, el corazón en un puño porque al llegar a los 18 muchos salen por la puerta con sus cosas en una maleta y solos en el mundo.

Pero este no fue el caso. El suyo es el de una chica de 20 años que ha tenido que crecer más rápido que las demás, pero que ya se gana la vida pese a una infancia donde no tenía todo a favor. Ahora mismo está sacándose el carnet de conducir, y estudia para ser algún día integradora social con el objetivo de trabajar en un centro de menores, donde ella llegó a los 9 años.

Es una de las 532 jóvenes que han sido acogidas en el programa Mentora este semestre, dependiente de conselleria de Igualdad y Cruz Roja. El programa es un apoyo en la vida adulta, a partir de los 18, para que estos chicos y chicas no caigan en la marginalidad nada más salir de los centros de menores. Lleva desde 2019 implantado y casi la mitad de los jóvenes que acuden son españoles, y muchas de ellas mujeres. El 80% son jóvenes de 18 a 20 años.

Vanesa ex menor tutelada por la administración en la sede provincial de Cruz Roja en València. Francisco Calabuig

"Recuerdo que volví del colegio con 9 años y mi padre me dijo que me tenía que ir a Xátiva a vivir. Yo creía que si no me gustaba podría volver a casa, pero luego me di cuenta de que no. No te suelen explicar eso y te das cuenta por ti misma con el tiempo", explica Vanesa.

Allí explica que "me di cuenta que las personas que más me tenían que querer no estaban, y yo estaba sola en la habitación". Dice que a día de hoy no acaba de averiguar las razones. Y que ella siempre recuerda describirlo como "un campamento". "Esperaba siempre ingenua el momento de volver a mi casa, porque muchos niños los viernes se iban con su familia biológica. Pero yo no, y recuerdo muchos días estar esperando en la puerta a mi padre y que él nunca llegara".

"Quiero trabajar en un hogar de acogida para dar a los niños y niñas el apoyo que a mi me dieron. Quiero devolverlo"

Pasó dos años en el centro y conoció a la que sería su primera familia de acogida. "Primero me rechazó una después de unos meses conociéndonos, y la segunda ya me adoptó. Tenía tantas ganas de salir que me lancé a pasar el verano con ella". Considera a esa mujer su otra madre. Duró algunos años más y volvió al centro a los 17 años.

El abismo de la mayoría de edad

"Se acercaban los 18 y tenía miedo de qué iba a pasar conmigo", cuenta. Aún así explica que ella sí que tenía cierta red donde caer como su madre de acogida, aunque finalmente se independizó. "Hay chicas y chicos que no tienen a nadie y a los 18 años les dan la maleta y salen a la calle solos", denuncia. Escuchó hablar del programa y acudió a Cruz Roja, donde le echaron una mano con todo lo necesario, incluida la asistencia psicológica, algo muy importante para muchos jóvenes ex tutelados.

Vanesa, una joven ex tutelada, habla con una trabajadora de Cruz Roja en València. Francisco Calabuig

Tramitó la Renta Valenciana de Inclusión y, pese a todas las dificultades para conseguir un alquiler en la ciudad de València, ahora vive en un piso compartido con unas amigas. El programa Mentora es voluntario y tiene el objetivo de ayudar a todos los jóvenes que se presenten en sus proyectos de vida hasta los 25 años. Por el momento Vanesa está estudiando y su objetivo es sacarse el carnet de conducir.

Explica, con la perspectiva de quien ha salido que "los centros de menores se han estancado, y no dan las libertades que necesitan muchos niños", también que "los jóvenes que hemos estado en un centro de acogida llevamos esa etiqueta muchísimos años después", y sobre todo critica que "las familias deberían abrir sus miras y fijarse también en los niños más mayores, porque casi todas adoptan a los chicos y chicas pequeños, pero los adolescentes también merecen una oportunidad", explica.

Vanesa, una joven ex tutelada en las oficinas del programa Mentora en València. Francisco Calabuig

Ser una niña tutelada implica perder grandes pilares de tu vida; "los padres". Como explica uno de los psicólogos del programa "al final son tus referentes para lo bueno y para lo malo", y perderlos también puede producir un gran miedo al abandono a lo largo de la vida. De hecho, una de las principales necesidades psicológicas cuando salen de los centros es aprender a gestionar la soledad, según explica el psicólogo.

Los referentes típicos suelen ser sustituidos normalmente por los monitores del centro, explica Vanesa. Por eso, en parte, le gustaría trabajar con niños y niñas tutelados. "Por eso quiero meterme ahí, para darles ese apoyo que a mi me dieron. Quiero devolverlo".