El incendio forestal del Alto Palancia ya es el más voraz en casi 30 años y, de no lograr los equipos de extinción frenar su avance, podría convertirse en las próximas horas en el peor de la historia provincial --en Espadilla se quemaron 19.309 hectáreas en 1994--. Al cierre de esta edición, habían ardido más de 10.000 hectáreas en un perímetro superior a 50 kilómetros.

A los tres municipios evacuados el martes --Bejís, Torás y Teresa, más el cámping de Viver, localidad que sigue confinada-- se sumó en la madrugada de ayer Sacañet ante un nuevo e inesperado cambio de viento, mientras que el fuego también llegó a la provincia de Valencia, donde afectó a la localidad de Alcublas.

Hasta 30 medios aéreos y más de 400 personas, entre bomberos de Diputación de Castellón y Valencia, forestales de la Generalitat, la UME y bomberos del Ayuntamiento de Valencia y de Castellón, continuaron ayer con unas duras labores de extinción debido a la orografía accidentada, unas condiciones climáticas adversas y un terreno muy seco que funciona como verdadera gasolina para las llamas. A última hora de la tarde, la preocupación se centraba en la llegada a la comarca de tormentas con aparato eléctrico que, si bien podían dejar caer una esperada lluvia que quitara fuerza al incendio, también podían comportar la caída de nuevos rayos --hecho que es, por el momento, la principal hipótesis acerca de las causas que iniciaron el fuego--.

Héroes que se juegan la vida cada día

Héroes que se juegan la vida cada día Agencia ATLAS / Foto: EP

Los focos más activos estuvieron ayer en la zona de Sacañet y el Ragudo. Los bomberos también trabajaron con intensidad en la zona de Barracas para que el fuego no se acercara a la autovía A-23, mientras continuaban cortadas la CV-235 entre Teresa y Bejís y la CV-236 entre la CV-235 y Bejís.

Desde la Agencia Estatal de Meterología (Aemet), incidieron, a última hora de la tarde, en que la temperatura no era muy alta en la zona del incendio --20ºC-- y la humedad superaba el 60% en la zona, pero puntualizaron que el verdadero riesgo radicaba en un viento del sureste es muy intenso.

Tanto Viver, como Segorbe, mantienen activados sus albergues provisionales para acoger a aquellas personas desplazadas que pudieran necesitarlo.

El presidente de la Diputación, José Martí, explicó ayer que la situación "no es todo lo positiva que nos gustaría, pero que tampoco tiene la carga negativa que vivimos el martes, cuando el incendio avanzó de una manera desconocida y que sorprendió a todos".

Bomberos dados de alta

Cabe recordar que dos bomberos pertenecientes al parque de Segorbe resultaron heridos al verse atrapados por las llamas y calcinarse su camión. Por fortuna, ayer ya recibieron el alta hospitalaria y la evolución del agente forestal de Aragón también lesionado es favorable.

Por su parte, la consellera de Interior y Justicia, Gabriela Bravo, incidió en que la prioridad es salvaguardar la vida de los vecinos, al igual que lo hiciera el president de la Generalitat, Ximo Puig. "Estamos lejos de estabilizarlo y cerrar el perímetro. La meteorología no ha sido favorable", dijo Puig.

Según ha podido saber este diario, el municipio donde han resultado dañadas por el fuego más viviendas es Torás. En cambio, Bejís ha logrado sufrir daños mínimos, pese al rápido desalojo del martes --las llamas han afectado a la fachada de un bloque con 8 casas--.

Los rayos causaron dos fuegos en Albocàsser y Vilar de Canes.

"La Guardia Civil nos sacó de la cama para evacuar Sacañet"

Sacañet fue el último pueblo en ser desalojado en la noche del martes al miércoles. Diego Gámiz recuerda que era de madrugada cuando un vecino acudió a su casa a avisarlos de que un nuevo cambio en el viento había dirigido el fuego hacia Sacañet y que se procedía a la evacuación del municipio. "Eran las 3.00 de la madrugada cuando la Guardia Civil nos sacó de la cama", recuerda su madre, Natalia, aún muy impactada por el alcance del fuego. "Estamos asustados, como es lógico", reconoce la mujer en conversaciones con Mediterráneo, diario perteneciente al grupo Prensa Ibérica al igual que este medio.

"Los agentes nos pidieron, de muy buenas maneras, que cogiéramos lo indispensable de nuestros domicilios y nos marcháramos porque había riesgo para la población y así lo habían decidido las autoridades competentes. Hicimos una pequeña bolsa, metimos algo de ropa y algunas de nuestras pertenencias más valiosas", recuerda Diego Gámiz, cuya familia también se ha reubicado en Jérica, donde cuentan con una casa.

La preocupación para Diego es, sin embargo, importante, pues señala que en Sacañet tuvieron que dejar a varios de sus perros, así como también todas sus colmenas de abejas en una finca de su propiedad. "No sabemos cómo estarán ahora, la verdad", lamenta el joven, cuyo padre trabaja en prevención de incendios.

Al igual que muchos otros desalojados, tienen el susto en el cuerpo y la incertidumbre latente por saber qué habrá sido no solo de sus casas, sino de su pueblo tal y como lo conocían. "Esto es un desastre natural y tardará muchos años en revertirse y que el monte se recupere", señala.

Diego y su madre están ahora de lo más pendientes de la evolución de las llamas, a expensas de poder volver a abrir las puertas de su casa cuanto antes.