Es una sentencia por un delito que palidece comparado con las denuncias por acoso y abusos sexuales que han relatado una treintena de sus pacientes. Pero la condena al psiquiatra Javier Criado a un año de cárcel tras ser juzgado por un delito contra la integridad moral por el trato “inapropiado, soez y humillante” sobre una de sus pacientes, era la única victoria moral que sus presuntas víctimas iban a poder celebrar. La justicia determinó que los presuntos abusos descritos habían prescrito.

La condena observa la atenuante de dilaciones indebidas y le impone un año de prisión y la prohibición de comunicarse y aproximarse a menos de 300 metros de la víctima durante un plazo de dos años, así como que indemnice con la suma de 5.000 euros a la denunciante en concepto de daños morales. A la hora de imponer la pena de prisión, la juez valora especialmente la “gravedad” de los hechos, “dañando con su conducta la integridad de una persona muy vulnerable, en atención a su concreta situación médica, y de igual modo, el hecho de que la acción no ha sido un acto aislado”.

En el juicio, la Fiscalía solicitó para el acusado dos años de cárcel, la prohibición de comunicarse y aproximarse a menos de 300 metros de la víctima por tres años, y el pago de una indemnización de 6.000 euros por el daño moral. La acusación particular reclamó dos años y medio de cárcel.

Humillación y superioridad

La juez considera que “no cabe duda de que el sometimiento, por parte de un médico psiquiatra a una paciente con trastornos mentales, a una situación de humillación con comentarios” como los descritos en la sentencia, integran la conducta sancionada en el artículo 173 del Código Penal, ya que “tales expresiones no solamente son impropias de la relación médico-paciente, sino que creó en la víctima sentimientos de angustia y de inferioridad, susceptibles de humillarla, teniendo en cuenta que se trataba de una persona especialmente vulnerable por sus antecedentes psiquiátricos”.

La magistrada alude a la declaración de su ex marido, que la acompañó en la primera consulta, o a la de varias pacientes que acudieron a la consulta del psiquiatra por distintos problemas de salud mental y que coincidieron "en el trato vejatorio que se les dispensaba, reiterándose por parte del acusado conductas de índole sexual, siendo sometidas a continuos interrogatorios para conocer sus gustos sexuales, lo que hacía que se sintieran humilladas y no tratadas con respeto".

“Tales testigos han narrado sus distintas experiencias en el juicio oral, que no van a ser abordadas en la presente resolución, a fin de no causar indefensión alguna al haberse declarado prescritas y no poder ser enjuiciadas, pero aún cuando no sean examinadas, su testimonio de referencia sí ha de ser valorado”, explica la magistrada. De igual modo, la declaración de la víctima “viene avalada” por distintos dictámenes médicos y psicológicos.

Todo alrededor del sexo

Es la primera condena a Criado, un reputado psiquiatra, con una posición acomodada en la sociedad sevillana, hermano mayor de una de las principales hermandades de Semana Santa de la ciudad. Un señor poderoso que fue el elegido por la aristocracia para sentarse en su diván. Un intocable ahora caído.

Todo saltó por los aires en 2015. Aquel año, al amparo del movimiento #MeToo, algo cambió en Sevilla. Él dijo que era víctima de complot, de una fabulación urdida por mujeres despechadas, enamoradas de él e insatisfechas, que se vengaban así del médico. La primera en denunciar públicamente fue Matilde Solís, quien fue nuera de la duquesa de Alba. Tras ella un montón de mujeres anónimas levantaron la mano.

En la consulta del doctor Criado todo giraba alrededor del sexo, según coincidieron en denunciar sus presuntas víctimas. Eso contaron 27 mujeres, sin conexiones entre sí, que acabaron agrupadas en una asociación, Veritas, que se dirigió al Congreso para pedir que cambie el Código Penal para que los delitos por abusos sexuales no prescriban en el plazo de tres, cinco y diez años que ahora mismo establece la ley. Esa misma treintena de mujeres se dirigieron al Colegio de Médicos de Sevilla para pedir su inhabilitación. En paralelo, la juez que se ocupaba del caso dictó el archivo de siete denuncias, tres de abuso sexual continuado, dos de abuso sexual, un delito continuado contra la integridad moralomisión del deber de socorro, delito continuado de intrusismo profesional e inducción al suicidio. Para la jueza, todos excepto uno estaban prescritos. "Los plazos (...) rebasan los periodos de 3, 5 y 10 años de prescripción prevista para los delitos objeto de denuncia", recogió la instructora en su auto. La Fiscalía solicitó a la jueza el archivo de la causa por la prescripción de los presuntos delitos, pese a que señaló "serios indicios de culpabilidad" del psiquiatra.

El papel del exmarido

Solo una denuncia se salvó. La de una mujer "en estado de extrema vulnerabilidad", según las pruebas aportadas, que llegó a su consulta en 2015, acompañada de su marido, del que entonces se estaba separando, y que fue testigo directo de expresiones directas que traspasan el lenguaje soez y grosero para ir más allá. Cuando su pareja expresó que ella tenía dudas sobre su identidad sexual, el médico concluyó: "Ah, entonces es que no sabes si te gusta más una polla o un coño", fue de los primeros comentarios. A partir de ahí, según la denunciante, en un testimonio confirmado por su hoy exmarido, que acudió como testigo, todo giraba alrededor del sexo.

Diagnosticó a la mujer con un trastorno de personalidad histriónica, en un historial médico que la abogada de la presunta víctima consideró dudoso y hecho 'ex profeso'. Una serie de notas manuscritas de aparente poco rigor científico. Todos sus males se iban a arreglar "follando" con su marido, sus comentarios en las cuatro consultas acababan siempre dirigidos al sexo, con un tono que la denunciante consideró "humillante". Para su entonces marido las alarmas saltaron cuando en la última consulta a la que asistió él dijo a la denunciante que entonces el problema era que "su marido no le comía el coño como había que comérselo". El psiquiatra, el señor reputado que se codeaba con lo más granado de la sociedad sevillana, a la paciente, una mujer que apenas atinaba a hablar en las sesiones porque el llanto y el cuadro de ansiedad y depresión que llevaba se lo impedía.

Durante el juicio, la abogada de la defensa, Inmaculada Torres, admitió que en este caso solo se juzga un presunto delito contra la integridad moral que "no fue a nada más grave afortunadamente", pero repasó el relato de todas las mujeres que han contado lo que les pasó en aquella consulta. "Ese trato humillante en otros casos se convirtió en delitos mayores de abuso y agresión según el testimonio de mujeres de denuncias que han prescrito", sostuvo la letrada. El primer caso es de 1979, cuando Criado aún no tenía ni la licencia como psiquiatra. "Alcapone, el gánster más temido de Chicago cayó por un delito de evasión fiscal", concluyó la letrada cuando se cerró el juicio. Ahora Criado puede recurrir su condena, la primera, a la Audiencia Provincial.