En lugares recónditos, en cualquier vivienda del pueblo más pequeño de Extremadura o en una finca en mitad del campo pueden estar sometiendo a mujeres, en este mismo momento, a ejercer la prostitución. «Suelen elegir zonas aisladas de las poblaciones. Fincas o campos en mitad de dos municipios es lo más común, aunque también hay en pueblos en los que existen casas de prostitución», explica Flor Fondón, presidenta de la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura. «En el núcleo rural es más difícil identificar los casos. Uno de los problemas es que cada vez se hace más complicado acceder a las mujeres en estos entornos porque los proxenetas varían mucho de ubicación. Enseguida que perciben que pueden ser descubiertos, se marchan a otra vivienda o a otra localidad. En la región tampoco hay denuncias ni intervenciones y faltan medios legales para acabar con esta lacra», destaca.

Nunca hay cifras exactas del número de mujeres que hay sometidas a prostituirse en la comunidad. Los últimos datos que ofrecieron desde el Instituto de la Mujer de Extremadura (Imex) es que hay alrededor de 2.000. Sin embargo, Fondón asegura que es una cifra hoy en día imposible de conocer. Esto se debe sobre todo a la proliferación de pisos particulares en los que se ejerce, además de que puedan encontrarse en una situación ilegal como son las víctimas de trata sexual, menores o migrantes. «El 95% son migrantes y menores de edad cada vez hay más. Esto es algo que obstaculiza el acceso a las víctimas y a la investigación policial», señala Fondón. 

Desamparadas por el covid

Cuando en 2020 todo paró, parece que la prostitución no lo hizo y provocó que la situación socioeconómica de las mujeres prostituidas se agudizara. Pese al cierre de los clubs de alterne, no se dejó de ejercer. «Nos consta que los puteros acudían al club a puerta cerrada igualmente», desvela Fondón.

«El coronavirus ha sido devastador; se vieron en una situación de desamparo extremo al estar ya excluidas socialmente. No sabían ni que podían llegar a tener acceso a la sanidad», cuenta Claudia, psicóloga de la oenegé Mujeres en Zona de Conflicto (MZC). «La crisis económica ha generado situaciones de más vulnerabilidad social de la que ya vivían. Algunas mujeres se ven sin casa y en la calle. La única opción que tienen es el retorno a su países o acercarse más a estos entornos de prostitución», explica Claudia. 

Fondón recuerda uno de los casos que prestaron atención durante el confinamiento: «Una mujer vivía con sus hijos y nietos en una habitación. No tenían ni para comer. Gracias a la colaboración entre las diferentes asociaciones extremeñas pudimos al menos cubrir sus necesidades básicas». «Lo peor es que como esta historia habrá numerosas más que nunca llegamos a conocer ni lo haremos», lamenta. 

Esta situación les llevó aún más a tomar cartas en el asunto y en enero de 2021, desde MZC empezaron a recorrer diferentes pueblos de la región para cubrir las necesidades básicas de aquellas que no disponían de recursos. Lo hacían desde la asociación hasta que el 19 de agosto se publicó en el Diario Oficial de Extremadura la resolución que hacía posible el programa ‘Lilith’ de atención integral a mujeres en contexto de prostitución, una subvención enmarcada dentro del Pacto de Estado contra la violencia de género.

¿Cómo lo hacen? 

Los servicios que prestan van desde asesoramiento jurídico, atención psicológica, reparto de material preventivo, charlas de educación afectivo sexuales, tramitación de la tarjeta sanitaria, acompañamiento a consultas médicas o la realización de pruebas de VIH, entre otras cosas. «Buscamos proporcionar atención integral a aquellas que se encuentran en riesgo de exclusión social, que son la mayoría, o bien son víctimas de explotación sexual», cuenta Claudia, que es además la referente del proyecto en la provincia de Cáceres. «Tratamos de llegar al máximo número de municipios de la región ya que por las características de Extremadura, en el entorno rural se dan muchos casos de prostitución», apunta.

La capital cacereña y Don Benito, donde se encuentran las sedes centrales de la organización, son los puntos de partida. Por la mañana ponen rumbo a diferentes localidades en busca de mujeres en contexto de prostitución. «Lo mínimo que podemos hacer es acercarnos nosotros a ellas para cubrir necesidades vitales», señala. «A veces necesitan algo tan cotidiano como poder ir al médico y no saben que pueden hacerlo», añade. «Darles a conocer los derechos humanos que ellas ni siquiera creen que tienen, así como proporcionarles acceso a recursos públicos y poder fortalecer el vínculo de las mujeres con la sociedad. Hay que resaltar que esto es un problema social que nos concierne a todos y a todas. Está a la orden del día y tanto la prevención como la intervención son fundamentales», zanja.