Una de cada cinco personas mayores declara altos niveles de soledad y una de cada cuatro sufre depresión en España, según las primeras conclusiones de un estudio que coordinan investigadoras del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto Nacional de Salud Carlos III.

Se trata del proyecto Calidad de Vida y Envejecimiento en España, Suecia y Portugal, iniciado hace más de dos años y que analiza datos de los tres países a partir de una base europea que sigue a un grupo de personas mayores de 50 años a través del tiempo.

Según esos primeros resultados, el 12% de las personas mayores declara tener niveles altos de soledad o de aislamiento social, pero las cifras son más elevadas en España, donde casi el 20% de la población es ya mayor de 65 años. Una de cada cinco personas mayores se siente muy sola (20%) y una de cada cuatro (25%), aislada socialmente.

Quienes declaran niveles altos de soledad son principalmente mujeres, de edad elevada, bajo nivel educativo y renta, con problemas de salud física y mental, deterioro cognitivo y sensorial y, consecuentemente, bajos niveles de calidad de vida. Las personas que declaran aislamiento social son mayoritariamente hombres.

Una mala salud mental está estrechamente asociada con la soledad y el aislamiento social, se destaca en el estudio. En España, una de cada cuatro personas mayores de 65 años sufre depresión y presenta una calidad de vida hasta un 17% menor que las personas sin este problema de salud mental.

El estudio sitúa la gestión del envejecimiento demográfico como uno de los principales retos para la sociedad, que exige actuar en el área de los cuidados y servicios asistenciales sociales y de salud. Una mayor longevidad no siempre va acompañada de unas buenas condiciones y calidad de vida, por lo que es necesario adoptar medidas urgentes que involucren a toda la sociedad con participación de las propias personas mayores, destacan en un comunicado las investigadoras Maria João Forjaz y Carmen Rodríguez Blázquez.

Entre los problemas 'invisibles' subrayan la epidemia de soledad no deseada, que no necesariamente implica una falta de red y contactos sociales. Es una percepción subjetiva resultado de la discrepancia entre las relaciones que se desean tener y las que realmente se tienen.

Por otro lado, el aislamiento social consiste en contar con unas redes sociales débiles, bien en términos de tamaño y proximidad, bien de frecuencia de contacto, de apoyo emocional, etc.

Los efectos en la salud de estos problemas son comparables a los de la obesidad, la inactividad física o el consumo de tabaco, tres de los problemas de salud que más gasto sanitario conllevan para los sistemas nacionales de salud, resaltan. Para afrontarlos, proponen desarrollar mecanismos de detección precoz mediante una adecuada coordinación de los servicios sociales y sanitarios y emprender programas de apoyo para las familias que contemplen, por ejemplo, tiempos de respiro y formación en cuidados de personas mayores y autocuidados. Apuestan también por diseñar programas de apoyo social comunitario e impulsar la utilización de tecnologías de cuidados a distancia.

Ante los problemas de salud mental de los mayores, subrayan la necesidad de contar con programas de detención precoz del malestar emocional, organizar actividades que estimulen sus capacidades físicas, cognitivas, psicológicas y sociales y fomentar que participen de forma activa en los programas de cuidado y promoción de la salud para sentirse valoradas y útiles.