La violencia de género es una violencia global, un problema común a todas las sociedades que no entiende de edades, ni de clases sociales, ni de niveles socioeconómicos. Cualquier mujer, en cualquier momento de su vida, puede llegar a sufrirla, y aprender a detectar las primeras manifestaciones resulta clave para su prevención.

Porque es precisamente en esos primeros momentos cuando existe mayor peligro de minimizar o banalizar conductas machistas que a larga configuran relaciones marcadas por la dominación y desigualdad. El machismo actúa aquí como un peligro latente y oculto bajo el manto del sexismo, perpetuando la histórica discriminación de las mujeres.

Sin embargo, pocas personas caen en la cuenta de que la violencia de género es la manifestación extrema y delictiva de un prejuicio arraigado en las capas más profundas de los estereotipos heredados y que se perpetúa en las relaciones y las instituciones sociales: el sexismo o la discriminación por razón de género.

El Comité de Ministros del Consejo de Europa ofreció por primera vez en marzo de 2019 una definición del sexismo reconocida a escala internacional y propone a los Estados erradicarlo porque impide la plena emancipación de las mujeres en la sociedad.

El documento de recomendación recoge la preocupación por el hecho de que el sexismo -ampliamente extendido y que predomina en todos los sectores y sociedades- está ligado a la violencia contra mujeres y niñas, en el sentido de que las acciones sexistas cotidianas forman parte de un contexto de violencia que crea un clima de intimidación, miedo, discriminación, exclusión e inseguridad que limita las oportunidades y la libertad.

Hoy, día 25 de noviembre, Día Internacional de Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, es una jornada para el recuerdo de las más de 1.000 mujeres asesinadas desde 2003 y los 37 menores desde 2013. También para el reconocimiento de aquellas mujeres que son capaces de vencer al miedo y acudir al sistema para recibir la protección y atención a la que tienen derecho. Poner a las mujeres a salvo y proporcionarles la oportunidad de vivir una vida sin violencia es una cuestión de Estado que ningún país que se llame decente y democrático puede eludir.

Es de justicia homenajear el trabajo de la sociedad civil, a las organizaciones de mujeres y a las verdaderas protagonistas de las transformaciones sociales y los cambios legales e interpretativos: las propias víctimas de estas violencias como sujetos activos que, con su participación en los procesos, sus testimonios y experiencias, han conseguido movilizar a la sociedad para lograr mejorar la respuesta institucional a este fenómeno criminal.

Es un día, en definitiva, para proclamar que erradicar la violencia de género es posible y, además, es nuestra obligación desde las instituciones, los organismos y la sociedad en su conjunto. Para lograrlo se requieren políticas públicas y educación en igualdad, el único antídoto que acabará con esta intolerable violación de los derechos humanos. Inmediatamente y sin excusas.

Acabar con el machismo es la única solución definitiva para configurar una sociedad de personas libres e iguales donde el sexismo deje de ser la medida de todas las cosas.