Es bien sabido que las plataformas digitales que utilizas son gratis porque tú no eres su usuario, sino su producto. Pocas voces han indagado más en esa realidad que la socióloga Shoshana Zuboff (1951), profesora emérita de la Harvard Business School y autora del libro “La era del capitalismo de la vigilancia”, obra de referencia sobre la transformación digital de nuestras vidas.

–Usted fue la primera en hablar del capitalismo de vigilancia como nuevo orden económico. ¿En qué se sustenta ese modelo?

–El capitalismo industrial comercializó la naturaleza, convirtió la tierra en propiedades. En el siglo XXI ese patrón tuvo un giro oscuro. En el 2001, Google descubrió que la experiencia humana privada podría ser la próxima madera virgen. No solo aquello que decimos o escribimos importa, sino lo que los sistemas de inteligencia artificial (IA) pueden deducir de nosotros a partir de eso. No hace falta divulgar nuestra orientación sexual o política, nuestro comportamiento rutinario da señales muy ricas que pueden ser agregadas en un poderoso método que predice nuestro comportamiento.

–Se comercializa con nuestro futuro.

–El centro de IA de Facebook ingiere trillones de datos y es capaz de producir hasta seis millones de predicciones de comportamiento por segundo. Esas predicciones son sobre nosotros, pero no son para nosotros. Se venden a clientes que tienen interés en saber lo que haremos. Es un nuevo tipo de mercado muy lucrativo donde se comercia exclusivamente con el futuro de nuestro comportamiento.

–Tan lucrativo que todas las empresas se apuntaron.

–Todo cambió cuando capitalistas de la vigilancia como Google entendieron que se podía ganar mucho dinero con esta fórmula. Ahora tenemos competencia sobre quién obtiene la mejor predicción, para lo que necesitan amasar datos sobre lo que haces o sientes. Los más predictivos se dan con la intervención en el comportamiento de la gente de forma indetectable, así que empiezan a experimentar con objetivos psicológicos para aprender qué puede tener un efecto en lo que hacemos.

–¿Y cómo lo logran?

–”Pokémon Go”, incubado por Google, experimentó con la gamificación, las recompensas y castigos para aprender a guiar a la gente a través de sus ciudades y llevarlos a lugares donde gastaran dinero. Se monetizó porque establecimientos clientes como McDonalds y Starbucks pagaron para tener criaturas Pokémon que atraían a más gente hacia ellos. Los jugadores eran las fichas que, sin saberlo, se movían por el tablero de ajedrez.

–Si condicionan nuestro comportamiento, ¿se puede decir que tomamos decisiones libres?

–Obtienen tanto conocimiento sobre nosotros que pueden usarlo para intervenir en nuestro comportamiento de maneras específicas y dirigirlo en las direcciones que cumplan con sus objetivos financieros. Google, Amazon y Facebook pueden manipularnos sin que lo sepamos, pasando por alto nuestra conciencia. Y cuando hacen eso nos roban nuestra forma de competir, nuestros derechos de decisión, nuestra autonomía, nuestra soberanía individual. Ese poder no nos amenaza con el asesinato y el terror, nos ofrece una chaqueta o un capuchino. Sabe cómo controlarnos. Somos lo contrario a la democratización, esto es un ataque al libre albedrío.

–Además de para vender productos, este modelo ha sido explotado por Trump y el Brexit para condicionar elecciones.

–La gente tiene un cliché en la cabeza de que se trata de publicidad “online” dirigida, así que piensan que no es tan malo. Esto ha ido más allá de los anuncios. El capitalismo de vigilancia no es solamente la lógica del sector tecnológico, sino que también ha afectado a la economía global, desde los seguros a la educación o la sanidad. Estamos viviendo en un mundo sin salida.

–Entonces, ¿cómo se resiste?

–El capitalismo de vigilancia es una lógica económica que ha secuestrado lo digital, transformándolo en su caballo de Troya. Podemos imaginar un futuro digital que realmente funcione para la gente, satisfaciendo nuestras necesidades, no las de una pequeña élite rica. Si hubiéramos estado promulgando leyes y normas durante los últimos 20 años y hubiéramos fracasado, entonces habría algún motivo para el pesimismo y la resignación, pero solo hemos empezado a entender las plataformas y no hemos hecho casi nada para frenarlas.

–¿A qué se debe esa inacción política?

–El año en que Google descubrió y elaboró el capitalismo de vigilancia coincidió con el atentado a las torres gemelas. Había interés en regular la privacidad, pero con la tragedia el Gobierno de EE UU y muchos europeos dejaron que esas empresas desarrollaran sus capacidades de vigilancia para centrarse en la guerra contra el terrorismo. Las empresas públicas no podían hacerlo porque estaban restringidas por las leyes democráticas, pero las privadas tenían vía libre. Se las ayudó con contratos gubernamentales y financiación y no se prohibió lo que hacían. Esa doctrina oculta dio al capitalismo de vigilancia 20 años para florecer. Ahora son enormes imperios de vigilancia con incontables poderes sobre cada aspecto de nuestras sociedades.

–Tengo amigos que se preguntan: “¿Por qué me espiarán a mí, si no tengo nada que esconder?”

–Si no tienes nada que esconder, entonces no eres nada. La única manera en que podemos construir nuestra identidad como pensadores críticos es interiormente, no con transparencia. Esas empresas quieren que pienses que tienes el control de los datos que das, pero no es así. Microsoft entrena sus sistemas de reconocimiento facial con fotos de tu Facebook y luego lo vende a ejércitos como el de China, que lo utiliza en campos de concentración para vigilar a la minoría musulmana uigur. Tenemos la responsabilidad pública de no alimentar esos sistemas. Cuando dicen que no tienes nada que ocultar, lo que intentan es convertirnos en personas unidimensionales. Si no tenemos nada que esconder, pensaremos y hablaremos como piensan y hablan los demás.