Nos han dado la noticia. El titular de nuestra vida. Nada en el mundo consigue removernos, emocionarnos e inundarnos de tantas sensaciones como el instante en el que sabemos que vamos a tener un bebé. La magia se queda corta. Es nuestro milagro particular. El momento más increíble de nuestra vida. Todo cambia en esa fracción de segundo y la vida ya no sabe igual. Ya no importa nada más. Los meses pasan rápido y el tiempo se acelera al mismo ritmo que las ganas.

Y ocurre. Nuestro bebé llega. Y lo único que tenemos es un amor infinito que va de la mano de ese miedo tan real. De ese temor a no saber qué hacer.

Pero ya lo hemos soñado muchas veces. Hemos soñado con su carita, con su voz. Ya hemos decidido si le gustará la música o será más de hacer deporte. Nos hemos permitido el lujo de fantasear sobre su profesión futura o sobre el tipo de persona que nos gustaría que fuera. Sí. Lo hacemos.

Hemos soñado con lo que nuestro hijo podría llegar a ser. Con todas las cualidades que nos gustaría que tuviera y así, mientras duraba esa larga espera, nos ilusionábamos visualizando una persona casi ideal.

¿Y por qué no soñar? Es nuestro hijo, queremos pensarle libre, feliz y realizado, ¿no?

La vida va pasando y las realidades de cada etapa se van sucediendo, y aunque disfrutamos cada segundo de su existencia no podemos evitar pensar a veces si de verdad va a salir todo bien.

Es en ese punto, cuando empiezan los primeros conflictos y las primeras batallas diarias, cuando no debemos olvidarnos de todas las cualidades que les soñamos, de toda esa fantasía que alimentó nuestras ganas de que llegara. Porque es en los momentos de conflicto cuando tenemos que pensar que sólo hay un camino para llegar a ese hijo libre, feliz y realizado. Sólo podemos ayudarle a lograr ese futuro de una manera: gestionando los momentos difíciles de manera adecuada. Acompañándole en el día a día a superar esos baches mientras les preparamos para la vida al mismo tiempo.

Si asumimos su condición de niño, su inexperiencia, sus posibles comportamientos inadecuados, su evolución natural como parte de un proceso necesario para la adquisición de habilidades futuras, nuestro camino será mucho más llevadero y provechoso, porque intervendremos en sus malos momentos desde el respeto, la comprensión y la confianza de que todo evolucionará si nos centramos en soluciones.

Dependiendo de nuestro autocontrol, nuestra capacidad para empatizar con ellos y nuestra manera de ayudarles a crecer, a pensar por sí mismos y a evolucionar sin presión o sobreprotección, podremos acercarnos a ese futuro soñado con pequeños pasos. Poco a poco pero muy seguros de que ese renacuajo que no llega al metro de altura será una persona íntegra el día de mañana.

Como quiera ser. Con libertad.

Le habremos ayudado a no estancarse, habremos evitado enquistarnos en una fase mal llevada o en un problema que sólo era parte de la punta de un iceberg.

» - Imagínate que han pasado 25 años y estás en tu casa un día cualquiera. Llaman a la puerta.

Es uno de tus hijos que viene a cenar. ¿Puedo preguntarte qué habilidades te gustaría que tuviera, qué clase de persona te gustaría que fuera?

(Silencio)

-Me gustaría que quisiera venir a cenar conmigo».

María Soto es psicóloga experta en disciplina positiva y logopeda.

Accede al portal Gestionando Hijos y disfruta de más consejos y claves de nuestros expertos.

portal Gestionando Hijos