Cien años ha tardado en resolverse un misterio sobre dos puntos grises que son idénticos, pero parecen muy distintos dependiendo de dónde se coloquen respecto al fondo. En otras palabras: si una forma está rodeada por algo oscuro, la percibimos como más brillante que si estuviera entre sombras más claras. Es el conocido como "contraste de brillo simultáneo" para el que parece haberse encontrado una respuesta.

También hace seis años, en 2014, se descifró otro enigma de ilusión óptica que Galileo Galilei detectó hace cuatro siglos.

En el primer caso, un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) sugiere que esta especie de 'acertijo visual' se basa en la estimación del brillo que tiene lugar antes de que la información llegue a la corteza visual del cerebro. En este sentido, apuntan a que posiblemente sea dentro de la retina.

En el segundo, el astrónomo observó que, al mirar algunos planetas, a simple vista aparentan ser más grandes de lo que son en realidad. Casi cuatrocientos años más tarde, un equipo de la Universidad Estatal de Nueva York descubrió que detrás de este efecto visual se encuentra una respuesta neuronal diferente a los colores claros y oscuros.

Entonces, ¿por qué estas ilusiones visuales 'engañan' a nuestro cerebro? Un estudio reciente en el que se sometió a un grupo de 27 voluntarios a pruebas visuales para probar si nuestra interpretación de lo que vemos se debe a las sombras o a los niveles reales de luz emitida, señala que "el lado que en realidad era más luminoso se percibía como más oscuro y viceversa".

Que un punto sobre un fondo oscuro parezca más brillante que otro sobre un fondo claro se explica por la luminancia, definida como la densidad angular, rectangular y superficial de flujo luminoso que incide, atraviesa o emerge de una superficie siguiendo una dirección determinada.

Pues bien, resulta que la luminancia contribuye a nuestras estimaciones de brillo, lo que sugiere, según el estudio, que no se requieren procesos de pensamiento de alto nivel para realizar esta especie de 'juicio visual' en el que un punto nos parece más brillante que otro.

Asimismo, los investigadores descubrieron que todas esas estimaciones de brillo que realizamos son una especie de mecanismo innato. Es decir, que ocurren antes de que la información de ambos ojos se fusione en el cerebro.

Esta percepción, por tanto, no se aprende con el tiempo ni tampoco está influida por las experiencias pasadas de cada persona, sino que el sistema visual está preparado así desde el nacimiento.