Nos escriben muchas madres y padres de adolescentes, algunos de ellos muy exasperados.

- ¿Qué hago? ¡Estoy desesperada!

- Os pido ideas para llevarme bien con mi hijo adolescente, no nos aguantamos.

- No nos entendemos, parece que hablásemos idiomas distintos.

Los adolescentes y sus padres son también héroes de esta pandemia. Los adolescentes porque les han quitado de un plumazo lo más importante para ellos, los referentes: sus amigos, su vida social. Y las madres y padres porque tienen que "gestionar" ese malestar en casa y, muchas veces, sin conocimiento para hacerlo.

Mantener la cordialidad en casa se ha convertido en un objetivo, muchas veces, imposible. Y aunque no hay recetas mágicas, sí que hay un ingrediente fundamental: la comunicación.

En las siguientes líneas expongo algunas claves para mantener una buena conversación y relación con nuestros hijos adolescentes;

  1. La responsabilidad de tener conversaciones fructíferas con nuestros hijos adolescentes es nuestra. Puede ser un reto difícil, quizás más en una relación ya erosionada. No podemos dimitir de nuestra posición de líderes, somos nosotros los que no debemos perder la calma, los que debemos controlar nuestras emociones. Solo controlándolas podemos enseñarles a ellos a controlarlas. Recordemos que somos el espejo en el que se miran.
  2. No debemos escuchar en términos autobiográficos cuando nuestros hijos nos hablen, ni cuando les preguntemos. Escuchar y hablar en términos autobiográficos significa utilizar nuestra vida, nuestras experiencias como referencia mental y verbal. En ese caso, no nos estamos poniendo en su lugar. Lo que estamos pretendiendo es que ellos se pongan en el nuestro. La empatía es fundamental para tener una buena relación con nuestros hijos.
  3. Si queremos tener éxito en las conversaciones con nuestros hijos adolescentes no evaluamos ni sondeamos - preguntar desde nuestro marco de referencia-, no damos consejos basándonos en nuestra experiencia, ni damos interpretaciones para explicar conductas explicando lo que ocurre desde nuestros motivos y motivaciones personales.
  4. Toda nuestra atención y conversación está dirigida a entender a nuestros hijos, no desde la lógica, sino desde las emociones. Se trata de ser reyes de la empatía, tratando de adivinar, sin evaluar, sus sentimientos. Por ejemplo: - Hijo: "Papá, el colegio no sirve de absolutamente nada" - Padre: "El colegio te está frustrando, ¿eso es lo que sientes?".
  5. Para que nuestros hijos sientan que de verdad estamos preocupados por sus pensamientos y sentimientos les preguntamos siempre con cariño y sin juicio.
  6. No repitas todo el rato lo mismo. Es agotador para ti y para tus hijos.
  7. Evita las etiquetas, solo perpetúan la conducta errónea. Por ejemplo, repitiendo frases como: "eres un desordenado", "eres un cómodo", "eres un asocial" solo consigues que su cerebro aprenda de la repetición y acabe por creerse lo que le dices. Esto le impedirá cambiar. Su cerebro justificará que es un desordenado, un cómodo o un asocial. Y la persona responsable de que eso ocurra no es tu hija o hijo, eres tú.

¿Es posible conseguir un cambio de un día para otro?

La respuesta es no. Quizás llevéis ya muchas discusiones que han hecho que tu hija o hijo desconfíe de ti y esto te enerva. Todo ello ha conducido a una relación tensa, en la que encontrar un tema de conversación amable es difícil. Según tú, todo le molesta y según tu hija o hijo, estás inaguantable, no le dejas ni respirar. Quizás habéis tenido tantos malos momentos que te parezca imposible volver a recuperar una relación afectuosa y cordial. Vuestra cuenta bancaria emocional puede ser tan deficitaria que necesite de muchos depósitos emocionales para volver a ponerla en "números negros".

Cuidado con perpetuar una relación mala. Hay padres e hijos que han tenido una experiencia tan mala en la adolescencia que ha marcado su relación de por vida.

Para conseguir cambiar, tú vas a tener que cambiar. Tener mucha humildad, dedicar esas dosis de empatía y cariño que al principio serán recibidas con resquemor, sin confianza. Deberás saber pedir perdón y plantearte este cambio como un reto en el que ganaréis todos.

Hace ya muchos años, una madre me preguntó por mi hijo, que tenía entonces trece años. - ¿Cómo está David?, me inquirió.

Muy bien - le respondí.

¿Te habla? - me preguntó con ansiedad.

No - la respondí sabiendo por donde iba su pregunta- Es adolescente.

Yo no puedo soportarlo- dijo.

Imaginé que esa madre estaría rogándole a su hijo que le hablara, mendigándole información. E imaginé a su hijo harto de una madre tan inexperta, con tan poca capacidad para entender cómo funciona la fisiología de un adolescente, lleno de cambios biológicos, psicológicos, de relación con los demás. No serán nuestros gritos, ni nuestro poder los que vayan a interrumpir el momento emocional en el que se encuentran nuestros hijos adolescentes. Ellos van a acudir a nosotros si nos ponemos sinceramente en su situación, si les dejamos su espacio, si no les fatigamos con nuestros mensajes repetitivos. Somos y seremos su referente siempre y cuando nosotros sepamos serlo.

Educar a nuestros hijos es un viaje apasionante en el que, a veces, nos encontramos dificultades. Es nuestra misión saber cómo solventarlas, gestionarlas y disfrutarlas.

Muchas de las ideas contenidas en este artículo proceden de los libros 'Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva' de Stephen Covey y 'Gestionando adolescentes' del autor de este artículo.