Montecarmelo es un barrio de clase alta al norte de Madrid donde se ve, como en el resto de la ciudad, a gente mayor con mascarillas paseando a sus nietos por la calle y alguna mamá cogiendo con un pañuelo desechable el móvil, ese gran nido de microorganismos. Uno de los colegios del barrio, el católico y concertado santa María la Blanca, con alumnos desde guardería hasta Bachillerato, está en boca de todos los vecinos. Un profesor de Primaria, que llevaba de baja unos días, ha dado positivo en el test de coronavirus. Otros cuatro maestros -los que tenían más trato profesional con él- están en cuarentena domiciliaria.

La bulliciosa entrada al colegio se ha convertido esta mañana en un plató de televisión, con la prensa palpando si había o no miedo entre los padres y las madres. Pocos eran los que atendían a los reporteros. Algunos aducían prisas por dejar en el aula a sus uniformados y repeinados peques e ir corriendo al trabajo y otros huían como de los reporteros como de los piojos o el coronavirus. "Buscando carnaza", susurraba un padre.

Arde el chat

Haciendo honor a su nombre, Caridad -mamá de dos niños de 6 y 7 años- se apiada de la prensa y se para para hablar serenamente. Está tranquila. Y también un poco harta de cómo se están sacando las cosas de quicio, en la prensa, en los chats de madres y en las conversaciones de bar. "Hay enfermedades más graves y con mayor índice de mortalidad. La vida sigue a pesar del coronavirus", subraya. A Caridad le puso de los nervios leer anoche el comentario de una madre en el chat de clase. "Deberían evacuar el cole y desinfectarlo. Yo no voy a llevar a mi hijo a clase". Caridad le preguntó que cuántos días no lo iba a llevar, cuatro o un mes, y que cómo iba a compaginar su trabajo con el hecho de tener a su peque en casa todo el día. Fue una de las pocas voces histéricas en el chat de madres. El resto, comenta Caridad, trató con calma el tema y asumió que la dirección del colegio estaba tomando todas las precauciones posibles.

A las precauciones, la dirección escolar las llama "protocolo", una palabra técnica que implica dos cosas. La primera, seguir al pie de la letra las indicaciones de las autoridades sanitarias. La segunda -derivada de la primera- obligar a todos los alumnos y a todo el personal a hacer un gesto sencillo que salva vidas y protege de enfermedades (con coronavirus y sin él): lavarse las manos. A la entrada, antes de comer, después de comer y cada vez que sea necesario. Lavárselas bien, en profundidad, con el jabón y la espuma inundando los dedos entrelazados. Se lo saben de memoria los alumnos, sus padres y sus madres. Y eso que alguna madre despistada se lamentaba de que su hijo, de unos cuatro años, llevaba en la cara y los labios restos del desayuno. "Tienes la boca sucia, bien empezamos hoy", le susurraba mientras le frotaba enérgicamente con un pañuelo.

La dirección del colegio también ha decidido tomar la temperatura a los alumnos varias veces al día, pero solo a los que estaban en clase del profesor contagiado. Al resto se la tomarán solo si el menor se encuentra mal o tiene algún síntoma "sospechoso". Y aunque no haya síntoma, ya se sabe, a lavarse las manos.

El santa María la Blanca no es el único colegio de Madrid con la alerta encencida. Un niña de cuatro años escolarizada en los Sagrados Corazones acaba de dar positivo en el test del coronavirus. Su padre, recién llegado de un viaje a Italia, también. Y su madre. Los tres se encuentran bien y permanecen en cuarentena domiciliaria.