El llamado "enigmático hominoide", un primate que vivió en lo que hoy es Cerdeña y Toscana hace 6,7 a 8,3 millones de años, no caminaba erguido y tampoco era un trepador de árboles.

Un estudio en profundidad de los restos esqueléticos de Oreopithecus bambolii, cuyas primeras evidencias fósiles datan de 1872, ha sido publicado ahora en Proceedings of the National Academy of Sciences.

Desde su hallazgo, los científicos han debatido sus principales medios de locomoción. Algunos han sugerido que era un trepador de árboles, otros no estaban de acuerdo, insistiendo en que había evolucionado para convertirse en una criatura terrestre erguida. Con el tiempo, se le llegó a conocer como el "enigmático hominoide".

En su nuevo esfuerzo, los investigadores buscaron resolver el debate de una vez por todas estudiando el esqueleto más completo que se haya encontrado, uno descubierto en 1958 en una mina de carbón. Investigaciones anteriores habían demostrado que el esqueleto era el de un hombre de 30 kilos.

Para averiguar si era trepador de árboles o si caminaba en posición vertical, los investigadores estudiaron cuidadosamente el esqueleto casi completo y compararon lo que encontraron con otros primates antiguos y modernos. Informan que descubrieron que el torso se parece mucho a un tipo de gibón moderno.

También descubrieron que tenía cinco vértebras lumbares en lugar de las cuatro que se encuentran en los grandes simios modernos. Y descubrieron que la pelvis era diferente de todos los demás primates conocidos, modernos o antiguos. Tenía una orientación transversal de las alas ilíacas y la longitud del isquion se parecía más a los homínidos del Mioceno.

Informan que la estructura de la pelvis era más propicia para caminar erguida que en el caso de los simios modernos, pero no lo suficiente como para caminar erguida como los humanos. Y notaron que había poca evidencia del torso y la rigidez pélvica necesaria para trepar a los árboles.

Concluyen sugiriendo que debido a que la criatura vivía en una isla que había encontrado, podía caminar con seguridad por tierra, y por eso, perdió la capacidad de escalar, pero nunca encontró necesario caminar erguido. También notaron que había desarrollado otras adaptaciones para tal existencia, incluidos cambios en sus manos y pies.