El anuncio del posible final del cambio de hora en la UE ha resucitado el viejo debate sobre la utilidad de esta medida, que cuenta con argumentos justificados tanto a favor como en contra de su existencia.

Una iniciativa ciudadana en Finlandia, que recabó 70.000 firmas para exigir el fin del cambio de hora bianual, condujo al Gobierno de este país -donde el Sol no se ve en invierno y casi no desaparece en verano- a plantear la supuesta inutilidad de una medida tradicionalmente justificada en el ahorro energético.

Bruselas organizó una consulta en la que participaron 4,6 millones de ciudadanos comunitarios, de los cuales el 84 % -el 93 % en España- apoyó la propuesta finlandesa.

No es un número muy representativo, pues la UE cuenta con más de 500 millones de habitantes, pero esta votación llevó al presidente de la CE Jean-Claude Juncker a plantear el final del sistema antes de las elecciones europeas del próximo mayo.

Para ello, las autoridades comunitarias deben aprobar una nueva directiva obligatoria que fije un horario permanente y, además, cada país miembro debe elegir si prefiere el de invierno o el de verano.

España se rige por la CET o Central European Time (Hora central europea) que se corresponde con el meridiano de Greenwich (hora GMT) desde 1940, aunque por su posición geográfica la hora de Madrid debería ser la de Londres o Lisboa, la misma de Canarias.

En contra de la creencia popular según la cual la asunción de este huso horario se debe a las simpatías del régimen franquista hacia el III Reich, lo cierto es que fue una medida general en toda Europa.

De hecho, la decisión española siguió a la de Francia, por entonces en guerra con Alemania, que equiparó el horario parisino con el berlinés en febrero de 1940 y, en 1941, el Reino Unido hizo lo mismo. Incluso Portugal asumió este cambio y durante un tiempo Madrid y Lisboa marcaron la misma hora que Berlín.

En plena Guerra Civil, a finales de abril de 1938, el gobierno de la II República ya había equiparado la hora española a la alemana, por lo que hasta 1939 convivieron dos horarios diferentes.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los países que habían cambiado su horario al alemán regresaron al que tenían antes, excepto España y Francia.

Pero el debate es muy anterior: por ejemplo, el reglamento de las Cortes de Cádiz a principios del XIX fijaba por escrito un horario de invierno y otro de verano y lo mismo ha sucedido con numerosas instituciones mucho antes de que existiera la UE.

Por razones casi siempre económicas, muchos países en todo el mundo usan una hora distinta a la "natural", incluyendo algunos europeos como Bélgica u Holanda.Ventajas e inconvenientes

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez anunció durante su reciente viaje a Costa Rica la constitución de una comisión de 13 expertos para evaluar la propuesta comunitaria y pidió "un gran consenso" para tomar la decisión final, pero dentro de ese grupo de trabajo existen diferencias de opinión notables y quedan pocos meses para resolverlas.

Algunos expertos como el presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles, José Luis Casero, están a favor de acabar con un sistema que "tenía una justificación en los años 70, pero no en 2018" y cuya desaparición permitiría "racionalizar jornadas laborales" entre otras ventajas.

Otros especialistas como el catedrático de Física Aplicada, Jorge Mira, son partidarios de mantener el cambio bianual porque fijar un huso único perjudicaría a la mitad del país: eligiendo el horario de verano en las Comunidades Autónomas del oeste amanecería más tarde durante meses -entre las 09:00 y las 10:00 en el caso de Galicia-, mientras que escogiendo el de invierno amanecería muy temprano en las del este -entre las 05:00 y 06:00 en Cataluña-.

Hay una vertiente política de la polémica que puede enrarecerla más y es que la Generalitat de Cataluña dispone ya del informe encargado a su Consejo Asesor para la Reforma Horaria, que se muestra favorable a eliminar el cambio horario y recomienda mantener el horario de invierno todo el año.

Reconociendo las "impredecibles" consecuencias económicas de situar a España en el huso británico o portugués en lugar del alemán o francés, el documento afirma que la "desorganización horaria" actual, "agravada con el cambio de horario de primavera", provoca "efectos perjudiciales en la salud" siendo el horario de invierno "el que se ajusta más" a las horas de actividad, "sobre todo las jornadas laborales y los horarios escolares".

En caso de que el comité de expertos del Gobierno de Sánchez decidiera asumir el otro horario, éste se convertiría en otro punto de fricción entre el ejecutivo nacional y el autonómico.