El tiempo es la magnitud física con la que medimos la duración o separación de acontecimientos. Nadie nace con una comprensión inherente del tiempo, es algo que vamos incorporando a nuestro entendimiento y hábitos conforme crecemos.

Sin embargo, los segundos, minutos, horas y días no parecen percibirse de la misma forma para todo el mundo; la edad de la persona o las circunstancias vividas hacen variar considerablemente la concepción del tiempo.

En otras palabras, cuando somos pequeños, el tiempo se extiende: un curso escolar es casi una vida entera y, las vacaciones de verano, el periodo infinito de felicidad y juegos. No obstante, al crecer, los días y las semanas avanzan de forma estrepitosa. Y cuando hablamos de descanso laboral, la velocidad se multiplica a pasos agigantados. ¿A qué se debe?

Todo depende de la experiencia

Alan Burdick, editor científico de la revista New Yorker, explica que el tiempo psicológico depende de la experiencia. "Típicamente cuando decimos 'el tiempo voló' estamos diciendo 'perdí la noción del tiempo'", dice el autor. Por este motivo, cuando estamos haciendo alguna actividad emocionante nos da la sensación de que el tiempo ha pasado en un santiamén.

El autor apunta que la experiencia va relacionada con la actitud; según un estudio realizado en un centro geriátrico, aquellos que consideraban que el tiempo pasaba volando era gente más feliz y activa que los que estaban deprimidos e inactivos.

Por lo que podemos deducir que, en vacaciones, donde cambiamos el orden y nuestra rutina por nuevas experiencias, y nos divertimos más, la percepción del tiempo es que éste vuela. No obstante, si más adelante recordamos las vacaciones tendremos la sensación de que hicimos muchas cosas y de que duraron mucho tiempo. Así explica es como explica esta paradoja de las vacaciones la psicóloga Claudia Hammond, en su libro 'Tiempo deformado'.

El paso de los años vuelve nuestra vida más rutinaria

Según William James, autor del libro 'Principles of Psychology' (1890) a medida que la gente envejece, el tiempo va más rápido porque en la edad adulta pasan menos eventos memorables, nuestra vida es más rutinaria y cuando el paso del tiempo es medido por esas ´primeras veces´, la falta de nuevas experiencias cuanto más avanza la edad provoca que el tiempo pase sin mayor novedad.

No siempre el tiempo vuela cuando lo pasamos bien

Varios autores coinciden que lo que hace variar la concepción del tiempo es la densidad de lo que vivimos. Por ejemplo, no siempre pasa el tiempo volando cuando lo pasamos bien; a veces, en el trabajo una sobrecarga tenemos un día muy ajetreado. Asumimos tareas complicadas pero que forman parte de nuestra rutina. Como no supone una experiencia memorable, su densidad es baja y al final del día parece haber volado el tiempo.

Paradójicamente, el tiempo parece pasar más despacio en situaciones donde apenas pasa nada o donde pasan muchas cosas a la vez.

A veces parece que el tiempo se ralentiza cuando estamos aprendiendo una tarea nueva, pero también tenemos la sensación de que se para el reloj cuando nos aburrimos o estamos enfermos. Y eso se debe a que las personas prestamos más atención a las circunstancias anormales, lo que amplía la densidad de la experiencia por unidad temporal estándar y de ahí que el tiempo, a su vez, parezca pasar más despacio.