Con el arte de un trilero moderno o de un pícaro del Siglo de Oro, Pedro Sánchez le ha afanado a Pablo Iglesias el apoyo parlamentario para hacer un Gobierno que ha dejado al podemita con dos palmos de narices y la mano extendida mendigando cargos.

Dice ahora Iglesias que a Sánchez le espera un calvario y que va a saber lo que desgasta el poder. No logra fingir y ocultar su íntima incomodidad, su frustración y la impresión de que ha hecho el ridículo. Eso duele y mucho. Más cuando vas de macho alfa por la vida, con carga extra de testosterona y corte de huríes a tu alrededor. Sabe Iglesias, como buen discípulo del estilo Robespierre que, como en el sexo, en la política se puede hacer todo menos el ridículo.

Cree que el poder desgasta, pero se va a ir enterando de cuanto más desgasta no tenerlo y cómo cada día el "comercial" gobierno de Sánchez, de fachada brillante y corazón fuertemente ideológico y sectario, le va a ir levantando sus propuestas y estandartes hasta dejarlo con el trasero al aire. De momento el punto de partida de Sánchez le permite arriesgarse al desgaste porque de ser visto por los españoles como el cuarto en disputa, colapsado en su posición y sin ningún atisbo de mejora electoral, ha pasado por arte de birlibirloque, moción de censura mediante, a portar con lustre los laureles de la presidencia.

Ni la moción ha sido una casualidad ni partió de una ocurrencia de Sánchez en torno a la cual se hayan alineado los astros y una veintena de fuerzas políticas. El PSOE con un siglo de historia a sus espaldas es un partido con una estructura y una masa de afiliados que trascienden a los liderazgos temporales, el único hasta que Aznar fundió y refundó el centro-derecha español en el Partido Popular.

Esas grandes estructuras, cuando su funcionamiento no es democrático sino cesarista, tienen en su contra que generan con facilidad el humus en el cual se desarrolla e institucionaliza la corrupción. Así pasó con los últimos años del gobierno de Felipe González, con el de Pujol en Cataluña, los del socialismo andaluz y la última etapa de Aznar y su digital-sucesor Rajoy. Pero tienen a su favor que detrás de las caras -a veces los caras- públicas más conocidas, hay equipos, inteligencia y experiencia capaces de aprovechar la coyuntura favorable en el justo momento en que ésta se presenta.

Gracias a eso, Sánchez le ha dado el zarpazo mortal a Rajoy y a Podemos y Ciudadanos, los grandes perdedores en esta fiesta de la rosa, una pasada que ni saben por dónde les ha llegado. Los de Iglesias se van a quedar sin terreno durante el año y pico de campaña electoral que será el gobierno de Sánchez y muchos de los dirigentes de Ribera descubriendo que las encuestas no son urnas y cada voto hay que ganarlo.

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