El filósofo Pedro Insua Rodríguez (Vigo, 1973), acaso el discípulo de Gustavo Bueno con mayor proyección mediática nacional, acaba de publicar "1492. España contra sus fantasmas" (Ed. Ariel), un ensayo con prólogo de María Elvira Roca, donde analiza las ideas que se han ido adhiriendo al imaginario español para dibujar una España fracasada, intolerante y sanguinaria.

-Usted dice que los escolares no estudian hoy la historia de España sino su leyenda negra. ¿Qué efectos tiene esto sobre la sociedad española?

-Una nación es también su porvenir, no solamente su pasado y su presente, y si sobre las nuevas generaciones arrojamos una imagen de España completamente negativa, pero además falsa (que históricamente es lo que más nos importa), lograremos que el desistimiento hacia la nación produzca tales divergencias que terminará siendo ingobernable. ¿Quién va a querer pertenecer a una nación cuya carta de presentación histórica, fue la de arrasar un continente, acabar con una civilización luminosa, y expulsar una grey de lo más próspera y emprendedora?

-¿La leyenda negra es el mejor combustible para el nacionalismo separatista?

-Sí, no solamente es combustible, es su razón de ser. La base del nacionalismo fragmentario es algo así como lo siguiente: "nosotros no hemos sido cómplices de la brutalidad española, sino sus primeras víctimas". Catalanes, vascos, gallegos, etc... nos hemos vistos forzados por el imperialismo castellano a embarcarnos en esa tarea brutal que es el Imperio español".

-En el libro analiza cuatro hechos cruciales que tiñen de negro nuestra leyenda, cuatro fantasmas contra los que lucha España: Al-Ándalus, la expulsión de los Judíos, la conquista de América y la Inquisición española. Analicémoslos uno a uno, la diferencia entre realidad y leyenda. Empecemos por Al-Andalus.

-Se trató, en el XIX, de sobredimensionar el valor, como "civilización", de la "España mora" como se le llamó, con el fin de amenguar los valores de la España católico. De esa manera, y esta fue labor de los viajeros románticos del XIX, casi todos protestantes, se explicaba la situación de postración "africana" de España durante ese período. Al-Ándalus es ese paraíso de la tolerancia y de la prosperidad, la luz oriental en Occidente, que cayó víctima del fanatismo católico, papal, clerical. Para mantener esta deformación hay que hacer valer un islam peninsular cuyo parecido con la realidad es mínimo. El caso es que, además, este ideal andalusí se ha convertido también en objetivo patrimonial del yihadismo, y esto es una amenaza muy grave para España.

-¿Qué resultó de la lucha entre España y el fantasma de Sefarad?

-La segregación de Sefarad tiene otro formato, más moral que político. Desde el XIX España es juzgada por maltratar gratuitamente a los judíos españoles. La "expulsión", aunque parezca paradójico, fue una de las medidas, entre otras, de integración de la grey judía. Se trataba de disolver el judaísmo, y con él la aljama, para integrar al judío ya como converso. Spinoza reconocerá, en el XVII, que los reyes españoles tomaron unas medidas eficaces para incorporar a los judíos, como conversos, otorgándoles plenos derechos.

-Conquista de América: realidad y leyenda.

-Aquí es donde España se la juega desde el punto de vista de la Historia universal. Con el auge del estructuralismo francés, y el etnologismo a partir de mayo del 68, la acción de España en América es vista, sin más, como un "etnicidio". De nuevo la literatura divulgativa vuelca esta versión en la opinión pública, y ahora mismo, año tras año, el 12 de octubre es visto como una fecha de la que se dice "no hay nada que celebrar". El rodillo indigenista, en definitiva, ha pasado de nuevo por encima de la historia, como Atila sobre la hierba, y todo el proceso de descubrimiento, conquista y administración de América está siendo visto a través de ese prisma negrolegendario. La realidad, sin embargo, es que de genocidio nada. Precisamente, como decía Marañón, el mestizaje americano es una de las pruebas más evidentes en contra de la leyenda negra acerca del imperialismo español en América.

-Y, finalmente, ¿cómo se instituyó en España la Inquisición y qué cuenta la leyenda?

-Fue con su final en Cádiz, con los precedentes ilustrados, cómo la Inquisición adquirió esa mala fama que, de nuevo la literatura, propagó a los cuatro vientos. Es elemento de la leyenda negra más recurrente: es nombrar a la Inquisición, y hay que callarse cualquier juicio benevolente que sobre la España histórica. En España hubo Inquisición, no hay perdón de Dios. Y es que se trata de eso, el juicio sobre España es un juicio maniqueo, teológico: España debe desaparecer por el hecho de haber coqueteado con este tribunal. En rigor histórico, la Inquisición nada tiene que ver con esa caricatura literaria que se ha hecho. Lo peor es que se ha alineado los procesos inquisitoriales con la acción de las policías de los años 30, en Alemania (Gestapo) o Italia (Ovra), cuando nada tiene que ver con este tipo intervención policial. Ni por su génesis, ni en su estructura, ni por el número de víctimas, la Inquisición se puede asimilar a las policías de estos regímenes.

-España, escribe usted, antes de existir como nación política existía como imperio. ¿Cuánto nos avergüenza haber sido un imperio y por qué?

-Eso lo dijo Bueno muy bien, pionero de todo esto: el uso de la palabra Imperio por el falangismo produjo el efecto pavloviano en determinadas mentes acríticas -típico producto de la transición-, que hacía de ella una palabra impronunciable, inefable. Hablar de Imperio es de fachas. Y punto. El caso es que si retiras la palabra, el concepto, o mejor aún, la idea de Imperio, de la Historia universal, te quedas in albis, sin entender nada de nada.

-La transformación nacional de España, tal y como usted la explica, no reprimió el autogobierno sino que en realidad fomentó el desarrollo industrial de algunas regiones. ¿Cómo fue ese proceso?

-Esto lo explica muy bien Jesús Laínz en su último libro, breve y claro como el cristal, "El privilegio catalán". Es el surgimiento de la nación española en sentido contemporáneo, a partir de Cádiz (a donde envían los catalanista a Inés Arrimadas, por cierto), lo que hace que, sobre todo, Cataluña y el País Vasco prosperen como regiones industriales. Será en el seno de las facciones más reaccionarias a este proceso en donde, por pseudomórfosis, aparecerá el nacionalismo fraccionario. En fin, este es un lastre tremendo el que tenemos que soportar los españoles con el catalanismo, el galleguismo y el nacionalismo vasco. Y por mimesis otros, como el andalucismo, valencianismo, etcétera. Son ideologías nefastas y devastadoras para toda convivencia.