El hecho de que la última sesión del Parlament transcurriera de forma plácida, sin broncas, entre los dos bloques refleja que hasta ellos mismos, sus señorías, están agotados. Se insiste en la investidura telemática de Puigdemont pero el expresident no va a ser nombrado a distancia. Ningunear al Tribunal Constitucional que ha advertido por enésima vez que lo que no puede ser no puede ser y es, además, imposible, es la penúltima gamberrada de los independentistas. Pero eso no quita para que empiecen a dar muestras de cansancio de tanto insistir en su reivindicación manifiesta de la idiocia.

El diputado de Junts per Catalunya, Albert Batet, por ejemplo, no entiende nada o si lo entiende sólo asimila lo que le interesa. Ha dicho que si los jueces han desbaratado la elección de tres candidatos es porque no se acepta el resultado de las elecciones. Pero ni un fugado de la justicia puede ser investido ni tampoco quienes están imputados en la cárcel acusados de rebelión. Ni aquí ni en ningún otro lugar del planeta. Ha estado rápido el socialista Iceta al decir que si tan partidarios son de la telemática lo que deberían hacer es utilizarla para comunicarse con Puigdemont en vez de viajar a Berlín cada dos por tres para reunirse con él.

Todo consiste en aplicar el sentido común: resulta imposible gobernar Cataluña desde el extranjero. Los propios catalanes independentistas deberían exigirles a sus representantes que elijan de una vez un candidato sin cargas judiciales para librarse del famoso artículo 155, si realmente el artículo 155 supone el sometimiento que pretenden dar a entender. No me extraña que se cansen de ser tan necios, lo peor es que nos aburren infinitamente.