El asesino de "El nombre de la rosa" era el bibliotecario ciego Jorge de Burgos, que mataba para que nadie leyera el segundo tomo de la "Poética" de Aristóteles, dedicado a la risa. La risa, según decía aquel malvado fraile, "es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne".

Eco ideó a su asesino, un invidente, como un trasunto del bibliotecario infinito Jorge Luis Borges, algo que ya se adivinaba también en la sonoridad del propio nombre del siniestro personaje. "El nombre de la rosa" puede, debe, leerse como la proclamación de la verdad indiscutible de que la libertad de pensamiento y de expresión depende de los destellos del humor. Los fanáticos y los idiotas siempre van en serio.

Les Luthiers,Les Luthiers también argentinos como Borges, son el reverso luminoso de aquel bonaerense que Eco debía imaginar arrancando todos los chistes de raíz. Es verdad que con ellos también la risa mata. O, por ser más precisos, cuando estos cómicos surfean con esa gracia musicada por los pliegues del lenguaje, te mueres de risa. Que es lo mismo que decir que revives. La risa es la fortaleza, la salud, la sazón de nuestra carne. Pero qué gran premio.