Asturias es territorio conquistado para Letizia. Y los premios Princesa de Asturias la cita en la que mejor desenvuelve, estilísticamente hablando. Da igual que repita modelo o que se salte el protocolo más estricto, la reina quiere liderar la lista de las mejor vestidas y trabaja duro para conseguirlo. Y para muestra, dos botones. Un vestido de Carolina Herrera que lució en las recepciones de por la mañana en el Hotel de la Reconquista, y un vestido de Felipe Varela que eligió para asistir a la Ceremonia de los Premios por la tarde.

Tras las alabanzas que recibió en su visita a Nueva York, el pasado mes de septiembre, doña Letizia decidió sacar de nuevo de su armario el vestido de crepe de seda con jazmines estampados en rojo, de largo "midi" y manga larga, firmado por la venezolana Carolina Herrera. Y volvió a cosechar críticas positivas. Un modelo elegante y discreto que completó con unos salones rojos, y un peinado y maquillaje discretos. Todo para dejar el gran protagonismo a su look de tarde, con el que la reina se aseguró el rol de "influencer", ya que serán muchas las que se inspiren en su vestido para asistir a sus próximas citas festivas. Un vestido de silueta lápiz, con la falda ligeramente evasé, realizado en seda y tul de seda de color nude bordado con lágrimas de cristal de Swarovsky en negro, realizado por su aguja predilecta, la del madrileño Felipe Varela. La reina volvió a enseñar los brazos, retando al frío que se dejaba notar a media tarde en Oviedo, y apostó por un acentuado escote redondo, siguiendo la línea del modelo lencero que eligió para el concierto del jueves en el Auditorio de Oviedo. Para completar su estilismo, además de los lujosos e impactantes pendientes de diamantes de Grisogono, la reina desfiló por la alfombra azul que la llevó al Campoamor con unos zapatos "peep toes" (abiertos en la punta) color maquillaje de magrit y una cartera rígida en negro del sello Varela.

Para el cabello, Letizia optó por una coleta baja, con volumen en los laterales, muy favorecedora, y un maquillaje centrado en los ojos, ligeramente ahumados en negro, y en los labios, pintados con brillo natural que daba luz al rostro.