El Viernes Santo es el segundo día del llamado Triduo Pascual, el periodo de Semana Santa durante el cual la liturgia católica conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En concreto, el Viernes Santo se recuerda la muerte en la cruz del fundador del Cristianismo.

Según la tradición cristiana Jesucristo murió a los 33 años y a las 3 de la tarde. Según narran los Evangelios, los sumos sacerdotes -las autoridades religiosas de la época- conspiraban contra Jesús de Nazaret porque este se proclamaba "el Hijo de Dios"; lo consideraban un "alborotador".

Jesús ante Pilato

Estas autoridades y quienes les apoyaban decidieron llevar a Jesús ante Poncio Pilato, quinto prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d.C. Este en principio no vio culpa en Él para condenarle, pero finalmente se avino a la presión de una multitud que clamaba por su crucifixión.

Según el Evangelio de Mateo, Pilato entonces se lavó las manos con agua a la vista del pueblo, proclamándose "inocente de la sangre de este justo". Este gesto de "lavarse las manos" es el origen de la expresión que llega hasta nuestros días.

Como era costumbre liberar a un reo por la fiesta judía de la Pascua, Pilato decidió soltar a uno muy conocido llamado Barrabás, cediendo así a la presión de los manifestantes.

Despojado, humillado y escarnecido

Siguiendo el relato de los Evangelios, a Jesús le despojaron de sus vestiduras, las cuales se echaron a suertes, le colocaron una corona de espinas en la cabeza, y le golpearon, le escupieron y le escarnecieron.

Le hicieron cargar con su propia Cruz hasta un pequeño monte a las afueras de Jerusalén llamado Gólgota, lugar del calvario o de las calaveras, debido a la forma de calavera que tenían las rocas de una de sus laderas.

En el Gólgota o Calvario fue crucificado entre dos ladrones y bajo un cartel que decía "Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos", origen de las siglas y de la expresión INRI. Según el Evangelio de Juan, los pontífices de los judíos protestaron a Pilato, pidiéndole que cambiara la redacción por "él ha dicho: yo soy el Rey de los Judíos". Pero Pilato se lo negó con esta famosa réplica: "Lo escrito, escrito está".

El buen ladrón y el mal ladrón

Según el Evangelio de Lucas uno de los ladrones crucificados junto a Jesús le atacaba, diciendo: "Si tú eres el Cristo o Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros".

Pero el otro crucificado le reprendió diciendo: "¿Cómo, ni siquiera tú temes a Dios, estando como estás en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues pagamos la pena merecida por nuestros delitos, pero Éste nada ha hecho". Y se dirigió a Jesús: "Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino". Y este le contestó: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".

Según un evangelio apócrifo este Buen Ladrón se llama Dimas. San Dimas es el primer santo del cristianismo y su festividad se celebra el 25 de marzo.

Últimas palabras antes de expirar

Según los Evangelios de Mateo y Marcos, antes de morir Cristo exclamó con una "gran" voz: "ELI, ELI, LAMMA SABACTHANI", que significa "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". Según San Lucas, justo antes de expirar dijo: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Según San Juan dijo: "Todo está cumplido". Y expiró.

En este momento, según los evangelios, sucedieron cosas extraordinarias. Mateo escribe: "Y al momento el velo del templo se rasgó en dos partes de arriba abajo, y la tierra tembló y se partieron las piedras. Y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos, que habían muerto, resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de Jesús, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos".

Mateo y Marcos recogen la expresión de un centurión romano que había asistido a la crucifixión: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Lucas la varía ligeramente: "Verdaderamente este hombre era justo". El sentimiento de los presentes era de asombro y de congoja. Según San Lucas volvieron dándose "golpes en el pecho".

El sepulcro

Descendido de la cruz el cuerpo de Jesús, José de Arimatea, "persona ilustre y senador" (Marcos) se lo reclamó a Pilato, que accedió a entregárselo. José envolvió el cuerpo del nazareno en una sábana y lo metió en un sepulcro abierto en una gran peña, sellando la entrada con una gran piedra.

Cuando al amanecer del domingo fueron María Magdalena y María la madre de Santiago para embalsamar el cuerpo, ya no lo encontrarían allí. La piedra estaba apartada y el cuerpo desaparecido.

El Viernes Santo recuerda estos hechos del día de la muerte de Jesucristo, que según enseña la Iglesia Católica entregó su cuerpo y derramó su sangre para el perdón de los pecados y para la salvación de los hombres.