Hablar de Hontoria de la Cantera es hablar, además de munición, de una parte de la historia arquitectónica española. Antes de convertirse en polvorín, la piedra de Hontoria ayudó a dar forma a construcciones megalómanas de suma importancia como la Catedral de Burgos o la iglesia de San Pablo de la capital castellanoleonesa. Precisamente, de ahí le viene el nombre a la población.

El nombre proviene de una cantera y mina de piedra que se explotó desde principios de la era cristiana. Los primeros textos que se conservan del municipio, así como la tradición oral de la zona, hablan de una población ubicada en tierra castellana con "cantera propia", capaz de reunir material pétreo suficiente como para construir una fortaleza. Sin ir más lejos, el castillo de Burgos, más tarde volado por las tropas francesas en la Guerra de la Independencia, la Casa del Cordón, el monasterio de San Pedro de Arlanza y el arco de Santa María, además de los monumentos ya mencionados, fueron construidos con la piedra caliza de la famosa cantera.

"Era una piedra caliza fácil de manipular y sencilla de tratar a la hora de hacer los sillares de las catedrales o las iglesias", indicó el periodista burgalés Julio César Rico, una de las personas que mejor conoce la provincia y la historia de Hontoria de la Cantera. Si en el medievo la explotación dio la materia prima para erigir decenas de construcciones civiles y religiosas, su uso cambió en los años 30 cuando Francisco Franco vio en la cantera un futurible uso como polvorín. La necesidad de albergar toda la munición que el bando nacional estaba utilizando durante la Guerra Civil española propició la remodelación de la cantera para un uso, exclusivamente militar, en favor de los sublevados.

Iniciada la Guerra Civil, el Ejército Nacional convirtió la cantera en un polvorín que estuvo activo desde 1937 hasta 1994. Casi seis décadas en las que la otrora cantera guardó la munición de todo el territorio español. "Franco pensó que era muy importante contar con espacio para guardar sus provisiones para la guerra y ningún espacio parecía mejor que la cantera", destaca el periodista.

Tomada la decisión, el Generalísimo dio orden acabada la contienda bélica de construir un destacamento militar anexo al polvorín del que todavía puede verse el esqueleto de lo que antaño fueron viviendas militares. Allí vivieron 50 militares, encargados de cuidar el peligroso material que, como recuerdan algunos testigos y vecinos se apiló en cajas durante años.