Decisión confirmada y ejecutada. El Gobierno ha accedido a los deseos de los empresarios baleares que regalaron el yate al rey. El Consejo de Ministros aprobó ayer la devolución del «Fortuna». La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, anunció la desafectación (deja de ser de dominio público) del bajel mediante decreto.

La Abogacía del Estado ha hecho suyos los argumentos de los industriales, al considerar que la donación de la Fundación Turística y Cultural de Baleares (Fundatur) tenía un carácter «modal»: el disfrute del monarca y la Familia Real. Al renunciar a su uso, el Gobierno devuelve el barco a sus compradores.

La decisión del Consejo de Ministros culmina un proceso iniciado a mediados de mayo, con la sorprendente decisión de don Juan Carlos. Ahora resta que Patrimonio Nacional cumplimente los trámites para que el buque pase a los empresarios.

Con la pelota en el tejado de Fundatur, el axioma «cuidado con lo que deseas, porque se podría cumplir» describe con precisión el nuevo escenario. Su presidenta, Carmen Matutes, hija del exministro de Exteriores, fue la más reacia a la devolución del yate. Pocos como ella conocen el coste del mantenimiento de una embarcación. El patriarca de la familia, Abel Matutes, acaba de reformar el suyo.

La conservación del «Fortuna» hasta su venta amenaza con provocar un descosido, también para el Gobierno balear como patrono de pleno derecho al aportar en su momento 2,7 millones. Fuentes del sector calculan un desembolso anual superior al millón de euros. En cuanto al precio de venta, los expertos no se ponen de acuerdo. Para dar una valoración objetiva, dicen, habría que comprobar su estado. Se cita la cifra de 10 millones como punto de partida. Aun así, el mercado para este tipo de buques «no vive un momento álgido», advierten. Cabe recordar que el Gobierno insular y los donantes pagaron por el yate 21 millones a Astilleros del Bazán en el año 2000.

La virtud del «Fortuna» -rapidez- alberga su propio pecado -consumo-. Se trata de una rareza tanto por el empaque de su antiguo dueño como por su velocidad. Alcanza una punta de 65 nudos. «Es uno de los cinco más rápidos del mundo. Resulta espectacular verlo navegar a motor. Planea como una lancha», explica el responsable de Camper & Nicholsons, Jonathan Syrett.

Sus tres turbinas Rolls Royce-Allison (además de dos motores diesel) tienen un defecto: el consumo de carburante. Llenar su depósito cuesta 26.000 euros. El mantenimiento de esas turbinas es misión de personal altamente cualificado y bien pagado, y algunos repuestos cuestan 35.000 euros. El «Fortuna», de 41 metros de eslora, requiere una plantilla de once personas.