"La sombra del poder", un vigoroso thriller de Kevin McDonald, bien filmado, fantásticamente escrito e interpretado por estupendos actores, ha venido a poner las cosas en su sitio. Y lo ha hecho justo ahora que se empieza a dudar del papel rector de los medios impresos de comunicación y se augura que Internet acabará con los periódicos, como consecuencia de unos nuevos hábitos entre los lectores y encadenado con la grave crisis económica.

En un tono romántico y crepuscular, como ocurre en otros grandes momentos del cine, la película plantea, de fondo, la batalla del buen periodismo de siempre frente a la información basada en el rumor y la frivolidad que destilan los blogs y las redes sociales de Internet, con los que se pretende reemplazar la función vigilante, frente al poder, de las noticias bien testadas y elaboradas.

El filósofo Jürgen Habermas, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, ha salido últimamente en defensa de la prensa seria como espina dorsal de la esfera pública en uno de los ensayos del libro «¡Ay, Europa!". Habermas ha querido dejar constancia, refiriéndose a los periódicos, de que la prensa despliega una fuerza estimuladora y formativa que obliga al sistema político a adaptarse y a ser más transparente. Los titulares en el papel han sido capaces de ejercer el contrapeso frente al poder que otros medios no alcanzan. La historia está llena de ejemplos que así lo corroboran. «Sin los impulsos procedentes de una prensa que tenga la capacidad de formar opiniones, de informar con fiabilidad y de comentar con escrupulosidad, la esfera pública puede dejar de suministrar ese tipo de energía. Cuando se trata del gas, de la electricidad o del agua, el Estado está obligado a garantizar el abastecimiento de energía para la población ¿No debería estar obligado igualmente a hacerlo cuando lo que está en juego es otro tipo de energía, cuya ausencia provocará perturbaciones que terminarán perjudicando al propio Estado?», se pregunta el pensador alemán. Esa energía a la que se refiere Habermas es la que defiende a grandes fogonazos "La sombra del poder", una historia firmada por tres buenos guionistas, con una dirección y un reparto sensacionales, y que el productor Andrew Hauptman logró rescatar de una miniserie de la BBC de seis horas, aclamada en el Reino Unido, "State of play".

«Los buenos periodistas no tienen amigos, tienen fuentes», dice en un momento de la película Cameron Lynne (Helen Mirren), editora de "The Washington Globe", un trasunto del Post y del Globe, de Boston, periódico liberal de izquierdas que precisamente está atravesando sus peores momentos y ha tenido que prescindir de la red de corresponsales en el extranjero. Mirren se refiere a la amistad que une desde la infancia al veterano periodista Cal McAffrey (Russell Crowe) y el ambicioso congresista Stephen Collins (Ben Affleck). "The Washington Globe" tiene un nuevo dueño y sus ventas han caído en picado, al igual que ocurre con otros medios impresos.

A partir de la extraña muerte de una colaboradora directa de Collins, la editora se encuentra con que necesita imperiosamente publicar los detalles íntimos del escándalo, que afecta supuestamente a la vida personal del congresista, teniendo, al mismo tiempo, la convicción de que una empresa de seguridad se está beneficiando de contratos relacionados con las guerras que involucran a paramilitares y políticos. Para ello ha metido en danza a Della Frye (Rachel McAdams), una joven periodista que se ocupa de un blog vinculado a la vida social en el entorno de la Casa Blanca y el resto de las instituciones del poder en Washington. Finalmente, Frye, la primera en relacionar unos hechos que aparentemente no guardan relación, acaba trabajando en el reportaje junto a Cal McAffrey (Russell Crowe), un periodista que ha husmeado en la trama de corrupción que rodea al caso, y junto a él descubre la verdadera dimensión de la noticia y la importancia que para el lector tiene leerla impresa en el papel en las horas que siguen: «La bendición realista de la mañana», que escribió Hegel.

En un informe reciente donde se analiza el supuesto fin de los periódicos, la revista "Foreing Policy" reclama esa función vigilante de los medios impresos, acusados por sus detractores de acomodarse al poder, para recuperar los viejos hábitos de los lectores en un momento en que bajan las cifras de difusión y caen de manera estrepitosa los ingresos por publicidad. «Por eso, los diarios necesitan reinventarse más allá de una reestructuración de su negocio, imprescindible para mantener un periodismo de calidad insustituible ante un periodismo ciudadano sin obligaciones ni capacidad suficiente para dedicar recursos a la búsqueda, el reporterismo y la edición de información relevante de calidad de manera continua y en cualquier situación, de la política a la guerra, pasando por los deportes», recoge esta publicación bajo el título "¿Adiós a todo eso?".

Y ¿por qué adiós si hay soluciones? El guión de "La sombra del poder" contiene, por ejemplo, viejos conflictos del oficio que se resuelven favorablemente. La editora se debate entre lo que le conviene a las buenas prácticas profesionales y al negocio, cosas que no siempre coinciden, cuando, con el gasto que ello supone, decide retener la edición a fin de cumplir el objetivo de informar como es debido a los lectores sobre lo que está ocurriendo. Russell Crowe se felicitó por que a los periodistas se les tratase en la película como seres humanos, sobre todo en lo que se refiere a la implicación de su personaje en la noticia que está investigando, lo que en algún momento despierta recelo. La identificación de los actores con el mensaje se palpa. Helen Mirren, para interpretar su papel, se preparó participando en reuniones de trabajo de la redacción de "Los Angeles Times". Rachel McAdams declaró que lo que más le interesaba de la película era la comparación del periodismo de siempre con los sucedáneos de ahora. Ante la presión de la Policía y la supuesta ocultación de unas pruebas, a la joven periodista le surgen dudas sobre si se está actuando correctamente y pregunta algo angustiada a McAffrey: «¿Acabas de infringir la ley?». McAffrey responde: «No, esto es lo que se llama periodismo del bueno».

Della Frye, la periodista bloguera que nunca tiene un bolígrafo a mano, acaba admitiendo frente al veterano Cal McAffrey que la gente quiere leer las verdaderas noticias en los periódicos cuando las investigan y escriben auténticos periodistas. Una buena historia siempre tendrá un alto valor vienen a ratificar los guionistas de "La sombra del poder".

Los lectores sólo tienen que hacerse una pregunta para obtener sus propias conclusiones sobre la muerte de los periódicos. Es muy simple: ¿el llamado periodismo ciudadano o los blogs podrían haber sacado a la luz el Watergate, los Papeles del Pentágono o la guerra sucia de los GAL? La respuesta apenas debería arroja dudas.

Un precedente en la película de Richard Brooks, "El cuarto poder"

El cine americano puede presumir de un montón de buenas películas sobre el periodismo. Un precedente de "La sombra del poder" está en "Deadline-USA" (1952), de Richard Brooks, que aquí se llamó "El cuarto poder" y que aborda la diferencia entre los periódicos de calidad y lo que en Estados Unidos llaman "commodity", una mercancía informativa sin valor que ya ha existido antes de Internet. En la película, a punto de que el "Ney York Day" sea vendido por su propietario, el editor Ed Hutcheson (Humphrey Bogart) decide sacar a la luz los manejos de un importante jefe mafioso. Hutcheson, la ética periodística, se enfrenta a la presión. El final, con la rotativa en marcha e imprimiéndose la noticia que implica a los mafiosos, es memorable.