Su nombre de guerra es Marien. Roza los cincuenta años. De origen gallego pero nacida en Cataluña. Y es prostituta, pero con una especialidad que la hace única desde que hace once años decidió dar un giro al oficio al que se dedica desde los 27 años. Por su piso, al que se accede previo pago de 200 euros por hora o 2.000 por un fin de semana, pasan, según relata, «hombres con síndrome de Down, tetrapléjicos, quemados, gente que padece obesidad mórbida...». Su especialización en personas con algún tipo de minusvalía la convierte en la única profesional del sexo que atiende a este amplio colectivo formado por 3,8 millones de personas en toda España, según un reportaje publicado ayer por "El Mundo". Marien, de nombre real Montse, luce unas piernas labradas en el gimnasio y tras muchas noches a pie de barra. Porque esta pionera comenzó a ejercer la profesión en pequeños locales de alterne para mantener a sus hijos y a sus padres, tras separarse. «Llegué a los 20 servicios por día», apunta. En los clubes comprobó cómo el resto de las chicas despreciaba a los hombres con algún tipo de problema físico. «Son seres humanos que necesitan el mismo tipo de afecto. Mis compañeras me decían: «¡Cómo puedes!».