La incomparable catedral de Zamora cumple 850 años

Una construcción considerada por su belleza e importancia la perla del Duero

DESCENDIMIENTO DEL CRISTO DE LAS INJURIAS EN LA CATEDRAL

DESCENDIMIENTO DEL CRISTO DE LAS INJURIAS EN LA CATEDRAL / José Luis Fernández

Pablo Pujadas Álvarez

Pablo Pujadas Álvarez

En el punto más alto de Zamora, ciudad que merece el título de capital del románico, se erige, majestuosa, la catedral, la más antigua y la más pequeña de las once que se asientan en nuestra comunidad autónoma. Custodiada por la atenta mirada del vecino castillo y sólidamente cimentada sobre un promontorio rocoso, acariciado en el valle por el río, constituye un bellísimo ejemplo del llamado románico del Duero.

Su construcción parte del año 1151 y su consagración tuvo lugar, según la inscripción fundacional y la documentación encontrada, en 1174 (hace ahora ocho siglos y medio). En una lápida de alabastro del siglo XVII ubicada en el extremo norte del crucero podemos leer un texto que reproduce dos inscripciones del siglo XII: "Esta casa se hizo sobre la salomónica que la precedió […] Se realizó en 23 años desde que se cimentó. Se consagró con la ayuda del Señor el año MCLXXIIII teniéndose a Esteban como su constructor". El templo fue dedicado a la excelsa figura del Salvador.

Sorprende que en tan sólo 23 años se pudiera levantar semejante mole. Hay que dejar claro, sin embargo, que algunas partes del edificio se concluyeron con posterioridad a su consagración. Tal es el caso de la culminación de algunas fachadas o el cubrimiento de las naves laterales, así como la torre y el claustro que vieron llegar el siglo XIII. El cimborrio también parece posterior a 1174, aunque todavía dentro del siglo XII. Esta celeridad en la construcción solo se explica pensando en que sus promotores imprimieron al proyecto un fuerte impulso y el capital suficiente para su ejecución. Aún así, no cabe duda de que los arquitectos tuvieron que agudizar su ingenio y los obreros multiplicar su esfuerzo para levantar una parte tan importante del templo en tan corto espacio de tiempo. El patrocinio de la construcción se atribuye al obispo Esteban, al rey Alfonso VII de León y a su hermana, la infanta Sancha Raimúndez. De hecho, en la documentación estudiada consta que entre los años 1140 y 1170, la Iglesia recibió numerosas donaciones en favor del obispo que tenían como probable destino la realización de esta ingente obra.

La rapidez en la construcción trajo como consecuencia la austeridad en la decoración, más propia de templos cistercienses, y, a su vez, la mayor pureza, unidad y homogeneidad en el estilo arquitectónico empleado en su origen

El proyecto pudo ser realizado por algún arquitecto francés llamado por el obispo Bernardo, antecesor de Esteban. A finales del siglo XII se constata la presencia del maestro Giral Fruchel, Maestro de Obras francés que también colaboró en la construcción de la catedral de Ávila o en la iglesia de Santa María Magdalena, en Zamora. La rapidez en la construcción trajo como consecuencia la austeridad en la decoración, más propia de templos cistercienses, y, a su vez, la mayor pureza, unidad y homogeneidad en el estilo arquitectónico empleado en su origen. Sin embargo, con el tiempo se fueron incorporando otros estilos, como por ejemplo gótico, clasicista, herreriano, etc. (el cimborrio, por ejemplo, contiene elementos bizantinos, franceses, islámicos y orientales). A partir del siglo XIV, en las capillas funerarias del interior ya se adopta el gótico. El claustro nuevo corresponde a los gustos de finales del XVI, diseñado en estilo escurialense o herreriano (el viejo claustro, románico, que resultó destruido en un incendio en junio de 1591, correspondía a finales del XII e inicios del XIII). El pórtico y el atrio de la portada norte corresponden al clasicismo del XVII. Los tres ábsides semicirculares que existían en origen, elemento muy característico del románico, fueron sustituidos por la cabecera gótica en el siglo XVI. Estos son, en fin, algunos ejemplos de los cambios experimentados por la catedral a lo largo de su existencia. Todo ello nos permite hoy hablar de una catedral de estilo románico con múltiples modificaciones e incorporaciones estilísticas durante su dilatada historia.

Sin embargo, la Portada del Obispo, así llamada por encontrarse enfrente del Palacio Episcopal, se ha mantenido con toda la pureza y belleza de su románico tardío tal y como fue proyectada en el origen. Esta portada, o Puerta Sur, presenta tres niveles: en el primero la escalinata con la puerta en arco de medio punto, abocinado, es decir, que aumenta su anchura de modo gradual, y con 4 arquivoltas lobuladas que muestran una clara influencia árabe. En este nivel también encontramos dos pequeños grupos escultóricos: uno al lado derecho, dedicado a la Virgen Madre acompañada de la imagen de dos ángeles oferentes y el otro al lado izquierdo representando a San Pablo y San Juan, los dos con sendos libros en su mano izquierda, pero mientras uno lo tiene abierto el otro lo mantiene cerrado. El segundo nivel está configurado por cinco arcos ciegos de medio punto que reposan sobre pequeñas columnas. El nivel superior, con forma triangular, presenta tres arcos de medio punto, los laterales ciegos y el central, de mayor tamaño, con un ventanal. Este último, enmarcado en un gran arco que descansa sobre columnas de fuste estriado que arrancan desde la base. Esta portada, incontaminada con el paso del tiempo, ofrece a la vez un aspecto bello, sobrio, equilibrado y armónico de gran valor artístico.

En cuanto a la fachada norte, hoy entrada principal, cabe destacar la profunda reforma sufrida en el siglo XVI siendo sustituida por una portada renacentista. El frontis de la fachada fue diseñado en 1592 por Juan del Ribero Rada, que le imprimió el carácter clasicista que muestra actualmente: la puerta con un arco de medio punto y dos semicolumnas corintias a cada lado de la misma que soportan un frontón triangular con la imagen del Salvador en su centro, todo ello rematado por 4 pirámides con forma de lanza.

La planta del templo es de cruz latina con tres naves de cuatro tramos, las laterales con bóveda de arista y la central de crucería simple. Esta nave central está cubierta con bóvedas de ojivas que constituyen un anuncio del arte gótico. La nave transversal presenta bóvedas de cañón apuntado. En el crucero se levanta un cimborrio con un tambor perforado por 16 ventanas que iluminan y dan, si cabe, más brillo a la bóveda y sus 16 gallones (gajos) convergentes en su parte superior. En el exterior, el cimborrio, sobre un tambor cilíndrico y rodeado por unas torrecillas que reproducen el mismo patrón del cimborrio, se muestra la cúpula nervada con gallones que está revestida de lajas en forma de escamas, de clara influencia bizantina. Este estilo no tardó en ser imitado en lugares como la Colegiata de Toro, la Catedral Vieja de Salamanca o la de Plasencia. Este es, sin duda, el elemento más característico y que más llama la atención en el conjunto. Su figura es el símbolo de la catedral y el icono indiscutible de la ciudad.

Cuenta la tradición que la rica y joven huérfana Leonor Gil de Castro, doncella revestida de todas las virtudes cristianas, era pretendida en matrimonio por el joven Juan Yáñez, al que no movía tanto el amor sincero como el desordenado interés en las riquezas de la joven. Ella lo rechazó y él, cargado de ira, urdió un perverso plan para perpetrar su venganza con calumnias que ponían en entredicho la buena honra de la doncella. El joven fue citado en el convento de San Jerónimo para jurar a los pies del Cristo que nada había tenido que ver con tal difamación. El joven juró en falso. Ipsofacto, un trueno ensordecedor retumbó en la iglesia acompañado de la potente voz del Cristo que, por tres veces, repitió: "¡Miente!". Simultáneamente, el perjuro desapareció, como si la tierra se lo hubiera tragado, en medio de un fuerte olor a azufre, premonitorio del averno. Desde aquel día se conoce a ese crucificado como el Cristo de las Injurias

La Torre del Salvador se ve sólida y robusta. Su construcción corresponde al siglo XIII y su estilo al románico retardado. Sobre planta cuadrada su altura se eleva hasta los 45 m. Presenta 5 cuerpos. Los dos primeros carecen de vanos. El tercero (campanario) presenta un vano de medio punto en cada cara, el cuarto dos y el quinto tres. Con la altura va creciendo el número de vanos, aunque disminuye el tamaño de los mismos, de esta manera se consigue aligerar la estructura. Esta Torre tuvo además función defensiva, fue refugio para al Cabildo en casos de peligro y sirvió de prisión en su base (que ahora se corresponde con la capilla de Santa Inés) para quienes no saldaban sus deudas con el obispo (por lo que este espacio es conocido como "el calabozo".

En cuanto al Coro, ya en el interior del templo, destaca el conjunto de los 85 sitiales, bellamente decorados en madera de nogal entre 1503 y 1507, obra del escultor español de origen flamenco Juan de Bruselas y sus colaboradores. El coste de cada escaño fue de 9.000 maravedíes. La disposición de la sillería es jerárquica, incluyendo la cátedra episcopal y dos sitiales para el deán y el chantre (cantor principal del coro) Su estilo corresponde al gótico tardío. Presenta tres lados con dos niveles cada uno. La extraordinaria iconografía, en relieve, contiene el resumen de la historia de la salvación. En la sillería baja se muestran los profetas del Antiguo Testamento, mientras que los apóstoles y los Santos aparecen en la sillería alta. También se representan algunas secuencias de escenas grotescas, satíricas o pertenecientes a fábulas con contenido moralizante. La decoración se hizo con elementos góticos. La reja que encierra el coro es del siglo XV y el órgano data del XVII. El coro renovado corresponde a Diego Meléndez Valdés, su mecenas y obispo de Zamora entre 1494 y 1506.

En las numerosas capillas que ocupan el espacio interior, podemos contemplar retablos, sepulcros, pinturas murales, esculturas, un altar de platería, iconografía muy diversa… Todo ello plasmado en diversidad de estilos: Renacimiento, Gótico, Barroco, Flamenco…

Sería prolijo describir aquí todas y cada una de las joyas que atesora este lugar y tampoco es ese el objeto de este modesto artículo, pero es irrenunciable hacer mención del Museo Catedralicio que exhibe una excelente colección de Tapices flamencos del siglo XV entre otros tesoros dignos de visitar.

La protagonista de estas líneas, la Santa Iglesia Catedral del Salvador, acumula ya varios siglos de vida y no nos sorprende comprobar que, con el paso del tiempo, el pueblo haya creado numerosas leyendas a su alrededor. Así, por ejemplo, se cuenta que la erosionada escultura de una cabeza que aparece en la fachada de la Puerta del Obispo, correspondería a un joven que quería casarse pero que no disponía de los recursos suficientes para hacerlo, por lo que entró en la catedral para robar los fondos que allí se guardaban para sufragar los gastos de la obra. Durante su huida tuvo que colarse por una ventana con el botín a cuestas, con tan mala suerte que esta se estrechó quedando su cabeza atrapada y petrificada para siempre donde ahora la podemos ver.

Otra leyenda, está relacionada con la impactante talla del Cristo de las Injurias, que se venera en la capilla dedicada a San Bernardo. Una imagen anónima del siglo XVI, procedente del desaparecido monasterio de San Jerónimo de Zamora. En ella se hace presente el Renacimiento español, con influencia italiana. Su autoría ha sido atribuida por algunos al arquitecto y escultor burgalés Diego de Siloé. Pues bien, cuenta la tradición que la rica y joven huérfana Leonor Gil de Castro, doncella revestida de todas las virtudes cristianas, era pretendida en matrimonio por el joven Juan Yáñez, al que no movía tanto el amor sincero como el desordenado interés en las riquezas de la joven. Ella lo rechazó y él, cargado de ira, urdió un perverso plan para perpetrar su venganza con calumnias que ponían en entredicho la buena honra de la doncella. El joven fue citado en el convento de San Jerónimo para jurar a los pies del Cristo que nada había tenido que ver con tal difamación. El joven juró en falso. Ipsofacto, un trueno ensordecedor retumbó en la iglesia acompañado de la potente voz del Cristo que, por tres veces, repitió: "¡Miente!". Simultáneamente, el perjuro desapareció, como si la tierra se lo hubiera tragado, en medio de un fuerte olor a azufre, premonitorio del averno. Desde aquel día se conoce a ese crucificado como el Cristo de las Injurias.

También existen creencias como la relacionada con la de Campana de los Afanes (sita en la torre-campanario del Salvador) que afirma que, si se formula un deseo en determinadas fechas, mientras tañe la citada campana, este deseo se verá cumplido con toda seguridad.

Nos acercamos al final de este periplo que nos ha facilitado el acercamiento a la catedral de Zamora, Monumento Nacional desde 1989. Con él nos hemos aproximado a la Historia, al Arte y a la Tradición y nos hemos hecho eco del evento que ha motivado la redacción de estas líneas: el 850 aniversario de la Consagración de nuestra catedral. En este punto, todo parece indicar que el siglo XII tuvo que representar un verdadero boom para la ciudad de Zamora. Así lo corrobora la construcción de importantes edificios como el castillo o la catedral y la proliferación de iglesias románicas sembradas por toda la ciudad.

El historiador José Ángel Rivera de las Heras calificó a esta catedral de "obra genial sin paralelo en la arquitectura medieval". Nosotros, desde aquí, pretendíamos conocerla mejor para apreciarla y admirarla, si cabe, todavía más.

Doctor Ingeniero de Caminos Canales y Puertos. Profesor de Ingeniería de la Construcción en la Universidad Politécnica de Cataluña.

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