Entrevista | Enrique Crespo Rubio Pregonero de la Semana Santa de Zamora

"La Pasión está masificada, lo que supone futuro pero también menos religiosidad"

"La Semana Santa de Zamora para mí implica devoción y conlleva la evocación y el recuerdo de los que ya no están entre nosotros"

El pregonero de la Semana Santa Enrique Crespo.

El pregonero de la Semana Santa Enrique Crespo. / Ana Burrieza

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

El cirujano Enrique Crespo Rubio glosa la Semana Santa de Zamora, hoy, en el Teatro Ramos Carrión.

–Su relación con la Semana Santa le viene de familia.

–Mi tío Dacio fue uno de los fundadores del Silencio y mi bisabuelo siempre salía en La Mañana. Lo bueno que hemos tenido es que se lo hemos contagiado a mi hija y mis sobrinos que no viven en Zamora. En la Semana Santa de toda España es fundamental además de la devoción, la tradición familiar, de ir en la fila o debajo del paso o de ir a ver las procesiones en las que tu no desfilas en determinados sitios. Yo lo viví con mi abuelo, pero fundamentalmente con mi padre y mi abuela Teresa, que fue una de las fundadoras de la sección de la Soledad, que se lo contagió a todas mis hermanas. Los ochos hermanos somos de muchas cofradías, ahora por la edad no puedo salir en todas. Pertenezco al Cristo de las Injurias, a la Vera Cruz, al Yacente, a La Mañana, a la Nuestra Madre y a Resurrección. Ahora solo salgo enteras en las procesiones del Silencio, en Jesús Nazareno y en Resurrección y en la Vera Cruz solo hago la ida y la veo luego desde casa.

–¿Su momento más especial corresponde a ....?

–Puedo decir algunos en todas, incluso las que veo desde la acera. Nunca he desfilado en el Santo Entierro, pero me emociona muchísimo verlo desfilar por la rúa. Los momentos emocionantes para un zamorano cofrade los tengo arraigados al Juramento del Silencio, a ver levantar el paso de Camino del Calvario en la iglesia de San Juan y al encuentro de la Resurrección en la Plaza Mayor. Hay muchos más, pero esos son los que llevo más dentro de mí. El jueves tras acabar de operar me puse a ver el vídeo del traslado de Jesús Nazareno de San Frontis y me emocioné muchísimo algo inherente a un cristiano, a un cofrade y a un zamorano.

–¿Cómo ha vivido los días previos al pregón?

–Tengo inquietud por no defraudar a la Junta pro Semana Santa de Zamora que me encargó este cometido y a los que vayan. Yo he dado conferencias sobre traumatología en muchas partes del mundo, en las plazas he tenido a toreros heridos, pero esto es una mayor responsabilidad. También he hecho el pregón de la Semana Santa de Aranjuez, de cuya plaza soy cirujano. Yo no conozco su Semana Santa, pero me puse a estudiarla y lo pronuncié tranquilo porque no tenía la responsabilidad enorme que tengo en Zamora. Si la gente no se siente reflejada en mis palabras del pregón, les pido indulgencia. El que hace un pregón, de la materia que sea, tiene que hacerlo desde su visión íntima. Tienes que hacerlo desde tus vivencias que creo que son innatas para todos los zamoranos, pero siempre te queda esa inquietud por si no se vieran reflejos en mis palabras Es mi pregón, pero para Zamora y para los zamoranos.

–Cuando le llamaron para ofrecerle pronunciar el pregón ¿se lo pensó?

–No. Cuando colgué tras hablar con Isabel (García) durante cinco minutos pensé que era una enorme responsabilidad y que no podía negar porque para un zamorano, para un cristiano y para una persona que sale en las procesiones desde niño resulta un gran honor. Pensé, ¡Dios mío lo que se me viene encima! ¿seré capaz o no? Pensé volver a llamar a la presidenta de la Junta pro Semana Santa, pero no lo hice. Me avisaron en julio y lo dejé aparcado porque mi verano es de todo, menos de descanso. En enero empecé a escribirlo y me ha quitado muchas horas de sueño. Incluso el Viernes de Dolores por la mañana en un momento que tuve en el hospital, cambié algunas imágenes e incluso días atrás varié alguna frase.

–Muestra un gran respeto por el acto tras haber pronunciado años atrás la plegaria ante el Cristo de las Injurias e incluso la exaltación a la Virgen de la Soledad.

–Para mí la plegaria del Silencio fue un momento emocionantísimo. En esa ocasión, como todos los años, vine a Zamora el Viernes de Dolores y el Miércoles Santo tuve que ir a operar a Madrid por la mañana y me acatarré en el quirófano. Llegué a Zamora a las cuatro de la tarde con un resfriado increíble. Me tuve que tomar unas pastillas, café con leche con whisky y meter en la cama a sudar durante dos horas y llegué a duras penas a realizar la plegaria. Fue muy emotivo como mi intervención ante la Soledad, ambas imágenes las tengo en los quirófanos de los que soy responsable.

–¿Qué es para usted la Semana Santa de Zamora?

–Además de la devoción, que soy cristiano e intento ser practicante y lo llevo muy dentro, la Semana Santa es la evocación y el recuerdo de los que ya no están con nosotros sean de mi familia sean amigos míos y eso creo que lo comparto con mucha gente. Yo estoy en Zamora en San Pedro y no me acuerdo de mi padre o de mis tíos y sin embargo, en Semana Santa desde el primero momento que llegó hasta cuando regreso a Madrid me acuerdo de todos ellos y de amigos que íbamos todos juntos a la Catedral que ya no están. Independientemente de que la Semana Santa es santa y que cada uno lo viva como su espíritu le diga, para mi lo primero es la devoción porque nosotros vamos a conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor.

–¿Qué echa en falta en esta celebración?

–La Semana Santa afortunadamente está masificada. Cuando yo era niño íbamos a la iglesia de San Juan, entrabas tan tranquilo por la puerta sur y fuera del templo no había ese follón que hay ahora. En la Cofradía del Silencio éramos tan pocos que nos vestíamos dentro de la Catedral y formábamos en su atrio cuando ahora tenemos que formar y jurar en la plaza de la Catedral, con lo que se ha perdido cierta intimidad. Esa masificación indica que hay relevo y eso va a permitir que se celebre siempre y no se pierda. También la masificación implica que haya menos devoción.

–¿Observa devoción?

–Sí, cuando procesiono con el Cristo de las Injurias en la fila todavía sigo viendo mucho fervor. Veo personas que inclinan la cabeza al paso de la imagen, veo a hombres con gorras que se la quitan al paso del crucificado y veo a gente que reza. Con el regreso de la Cofradía de Jesús Nazareno que acompaño a la Soledad, percibo devoción en las aceras, pero no tanta como se vivía hace 35 años. Quizá hay que darle un poco más de sentido religioso a las procesiones, que implican silencio, cuando ahora alrededor de los desfiles hay de todo menos silencio.

–¿Nunca ha cargado?

–Nunca y eso que hay un paso El Retorno del Sepulcro, cuando iba con Nuestra Madre, que lo llevaba mi tío Dacio. Cuando el grupo pasó al Santo Entierro lo cogió Macario Delgado y luego mi padre y ahora el jefe de paso es mi hermano Dacio y todos mis hermanos en algún momento se han metido debajo para empujarlo. Ahora que va a ruedas dos sobrinos forman parte de la plantilla de cargadores. Nunca me ha llamado la atención y no tengo complexión física, pero me emociona mucho cuando estoy ya en Madrid ver vídeos en los que las familias y los hermanos les animan en la entrada al desaparecido Museo de Semana Santa. Creo que quieres estamos en la fila y en las aceras tenemos que rendirles pleitesía porque cargan con la pasión, muerte y resurrección de Cristo bajo sus hombros y los tendré muy presentes en mi pregón. También tendré presentes a los niños. Los niños son la reserva espiritual de la Semana Santa y por eso hay que llevarles a ver las procesiones, aunque sean de noche.

–¿Y eliminar la lista de espera?

–Es un asunto complejo. Nuestra Madre antes a las doce y media acababa y sin embargo ahora se ha alargado mucho. La tradición en Zamora es de pertenecer a muchas cofradías al contrario que en Sevilla, donde tengo muchos amigos vinculados al mundo del toro, donde son únicamente de una cofradía. También mencionaré en mi pregón a las mujeres, independientemente de su relieve procesional cada vez más creciente, ya que durante muchos años eran las que preparaban las túnicas, nos llevaban a ver las procesiones cuando eras niño...voy a tener muchos recuerdos para ellas.

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