La Opinión de Zamora

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Los dibujos de Antonio Pedrero de la Semana Santa de Zamora cuando era niño

¿Cómo podrían pasar desapercibidos a los ojos y mente de un niño de once años que se pasaba las horas dibujando los grupos de la Semana Santa?

Un dibujo de Pedrero con 11 años. Cedida

Es verdad que los viejos nos volvemos dos veces niños y es en esta segunda ‘niñez’ donde quiero mostrarles uno de los aspectos (quizá el más querido, por lo que tiene de incipiente aventura) en la trayectoria de mi vida relacionada con la plástica que afortunadamente ha presidido mi existencia.

Es -así lo creo- lo que ha marcado mi natural inclinación hacia las artes plásticas y todo ello debido a la Semana Santa zamorana, a sus pasos e imagineros y a su especial ambiente y entorno.

Mi pasión infantil dibujada

¿Cómo podrían pasar desapercibidos a los ojos y mente de un niño de once años que se pasaba las horas dibujando los grupos escultóricos como ‘La Caída’, el ‘Caballo de Longinos’, ‘La Crucifixión’ o ‘La Elevación de la Cruz’, que a mí me parecía milagroso que se tuviera en pie?

Antonio Pedrero a los once años. Antonio Pedrero

¿Cómo no vibrar con el realismo de las figuras de don Ramón Álvarez a las que tan solo les faltaba hablar o echarse a andar entre la gente, que a mí me parecían maravillosas? ¿Cómo saber si el dedo metido entre el pelo del Cristo del ‘Descendido’ hecho por un niño-joven de 16 años llamado Benlliure, que sería el mejor escultor oficial de su época, era una dificultad técnica irrisoria de leyenda urbana?

Mi pasión infantil dibujada Antonio Pedrero

Bien, pues todo esto en aquel niño fue el mundo inicial de su ya inseparable vocación hacia el Arte que ha supuesto su vida entera. Naturalmente, en una Zamora muy distinta, más aldeana, provinciana y familiar, pero para mí más querida.

Mi pasión infantil dibujada

Por entonces -año 1950- jugábamos los niños de la Plaza Mayor, La Costanilla o Viriato a las procesiones que se hacían a primeros de mayo, coincidiendo con la Cruz de Mayo, costumbre casi desaparecida por estas latitudes (no por Andalucía) y que consistía en poner una estampa religiosa en una Cruz pequeña hecha con dos palos y adornada con flores de los jardines públicos. Salíamos por la calle a pedir una ‘perrita’ para la Cruz de Mayo y luego lo recaudado se invertía en hacer una procesión zamorana ‘con pasos y todo’ que era el asombro de viandantes y paisanos. ¡Tiempos muy felices de aquella niñez!

Mi pasión infantil dibujada

He de señalar que de aquel grupo de niños-grafiteros del suelo, con 12 ó 14 años, que dibujaba con tizas en el primer asfalto de la Plaza Mayor los pasos de la Semana Santa zamorana, el Guerrero del Antifaz o Roberto Alcázar y Pedrín, los gigantones y todo lo que se les ocurriese y que organizaban concursos “a ver quién dibujaba mejor” salieran cuatro de ellos para hacer Bellas Artes en Madrid: Alberto de la Torre Cavero (+), quien esto escribe, Julito Rodríguez Sever (+) y Ricardo Pérez Novoa. Eran tiempos de posguerra en que la escasez abundaba en casi todas las familias españolas. Y no era nada halagüeño para las familias decir que querías ser pintor o escultor, pues era como decir que querías morirte de hambre (según las malas lenguas). Pero todo aquello en el futuro sería nuestra felicidad.

Un dibujo de Pedrero con once años. Cedida

Yo devoraba las revistas y periódicos de la Semana Santa donde las fotos e ilustraciones se repetían año tras año pero siempre se esperaban con una gran ilusión, así como los comentarios sobre nuestra Pasión, que casi siempre eran de los mismos periodistas o escritores. Las ilustraciones que acompañan a este recordatorio de infancia están hechas algunas sobre papeles secantes de propaganda que me daba mi amigo José Antonio Osorio (+) y dibujados por detrás; igual hacía sobre hojas de calendario y cupones de Racionamiento de posguerra, de los que aún conservo algunos. Está claro que lo que sí importaba era el fondo y lo que se quiere decir y no el medio, que en aquel entonces era muy precario y se hacía donde circunstancialmente se pillaba.

Mi pasión infantil dibujada

Son dibujos ingenuos de un niño de once años, pero por eso mismo tienen el encanto de la intencionalidad representativa y de incipientes observaciones, a veces acertadas. Algunos de estos dibujos estuvieron juntos haciendo un cuaderno de dos anillas hasta que fueron enmarcados en los Años 80.

Los conservo con un especial cariño, pues ellos representan el primer agua que manaba de aquel manantial de mi inolvidable y muy querida primera infancia.

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