Como si de la Virgen de la Alegría se tratara, Zamora se despoja de su manto de luto tras dos fatídicos años para vivir el esperado reencuentro con su Semana Santa, arrebatada por la pandemia del coronavirus. La primavera y la certeza de que lo peor ya pasó devuelven a la ciudad y provincia su anhelada celebración, declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural.

Encuentro entre Cristo Resucitado y la Virgen de la Alegría. | Emilio Fraile

Tras los primeros días, Zamora ya huele a almendra garrapiñada, a aceitadas y a alcanfor. Ya suena el golpeteo de los hachones y el tañer de las esquilas. Muy pronto, también se escuchará el silencio, el recuerdo por los que ya no están, aunque la muerte no es el final. Se sentirá el frío de lo perdido y el calor de todo lo que está por llegar. Volverán las esperas y las pipeleras. Las bandas y las palmas. Los pies descalzos y el sabor a ajo. Las meriendas y los brindis. Las miradas inocentes entre ojales, los centros florales, la vida a raudales. ¿Y el virus? ¿También volverá? No es que vuelva, es que no se ha ido. Pero tampoco se irá. Mientras tanto, vivamos.

El reencuentro más esperado