“Mal contados llevo aquí casi 70 años, por unos padres profundamente creyentes, que me transmitieron vivir la Semana Santa de esta manera tan tradicional entonces y ojalá hoy también. A través de procesiones, pero recordando orar, aunque sea de forma distinta, al ritmo que los actos van marcando. Lo primero es vivirla como una oración, pues nuestra fe nos impulsa a expresar nuestra fe en la calle. Las imágenes procesionales pretenden movernos a devoción, pasando a Jesús y la Virgen por nuestro corazón, caminando con nosotros, y aunque las llevamos a veces sobre los hombros, eso también debe movernos a rezar, a llevar la procesión por dentro”.
El pregonero de Nuestra Madre de las Angustias, Manuel Rodríguez, tiró de experiencia para pintar el cuadro de una Semana Santa de antaño y reivindicar la esencia de una Pasión zamorana de siempre. Veterano semanasantero, Rodríguez ha sido de los que se han involucrado en la Pasión desde distintos puestos de responsabilidad y de hecho rememoró muchos de los avatares por los que ha pasado la Cofradía de Nuestra Madre y los avances que han permitido que la procesión sea lo que es hoy.
Pero por encima de todo rememoró la esencia de unas vivencias que quizá quedan lejanas en el tiempo, pero que guardan un fondo que nunca debe perderse.
Recordó a las mujeres alumbrando con sus quebradizas tulipas a la Virgen, la incorporación del Cristo de la Cruz de Carne, las directivas y personas implicadas con el día a día de la hermandad, la compra del local. Pero destacó la espiritualidad.
“Los hombres queremos...¿qué queremos? ¿lo sabemos?, todos no. Esta noche, dentro de un momento, si me lo permiten voy a pedirles algo muy sencillo, que acabe este acto con una corta oración en común, para que juntos Nuestra Madre la escuche mejor”. Y pidió, sobre todo, “por la paz y un mundo mejor”.
