La noche zamorana no se iluminó este Sábado Santo a la luz de las tulipas; la ciudad no vibró de emoción al paso de la Soledad, ni vivió esa mezcla entre cansancio y nostalgia por ver pasar otra Pasión ante sus ojos. Como casi todo en estos 13 meses interminables, nada fue igual. La capital vivió ayer el Sábado Santo de las mascarillas, sin sus gentes encerradas en casa como el año pasado, pero con la frustración de tener que honrar a una de sus imágenes predilectas en el interior del templo.

Así, la iglesia de San Juan acogió a las once de la mañana un Vía Matris en honor a la Soledad con aforo reducido. Los fieles que pudieron asistieron con una mezcla de pena y devoción, y también con el ánimo de pedir salud para que el año que viene todo sea distinto. En estos actos, también se mezcla en el ambiente el recuerdo para aquellos que ya no vivirán para ver una Semana Santa con su grandeza habitual en Zamora.

La cofradía de Jesús Nazareno fue la encargada de organizar el acto religioso, y también el concierto de la Orquesta Sinfónica de Zamora en el Teatro Ramos Carrión, donde las marchas fúnebres guiadas por el director Pedro Hernández Garriga sirvieron para ofrecer un espectáculo de alto nivel al público asistente.

De forma paralela al concierto, la ciudad no alcanzó las aglomeraciones habituales de estas fechas, pero sí presentó una imagen animada, con gente por las calles y en las terrazas. Los paseos por la parte antigua de la ciudad llenaron las rúas, y las ganas de volver a disfrutar de los pequeños placeres hicieron lo propio con el exterior de los locales de hostelería.

Hoy se cierra una Semana Santa descafeinada en Zamora, y toda la ciudad, la parte creyente y la atea, mira ya hacia 2022 con la esperanza puesta en las vacunas.