Fue un Domingo de Ramos menos alegre que en otras ocasiones, apenas sin palmas o ramos de laurel, sin la procesión de la bendición de palmas ni de la Borriquita y por tanto sin las filas de niños en las calles para acompañar al paso de Florentino Trapero.

Por la mañana, tras la bendición de palmas en el patio de la Catedral la comitiva del obispo, Fernando Valera, entraba por la puerta principal con las palmas del Domingo de Ramos, mientras el Coro Sacro entonaba las canciones apropiadas para la fecha.

El obispo, en la misa del Domingo de Ramos en la Catedral Jose Luis Fernández

Con presencia de los presidentes de las cofradías de la Semana Santa, encabezados por la presidenta de la Junta Pro Semana Santa, Isabel García Prieto, Valera presidió la ceremonia del comienzo de la Semana Santa, en el día en que Jesús entró el Jerusalén a lomos de una borriquita aclamado por el pueblo que blandía palmas y ramos de olivo en su honor.

Una ceremonia que este año se ha circunscrito a la misa, ya que por razones de las restricciones de la pandemia no ha sido posible celebrar la procesión de las palmas que se producía todos los años entre San Ildefonso y la Catedral, tras la bendición de los ramos.

“Es una emoción especial estar celebrando el Domingo de Ramos en la Catedral de Zamora en el 900 aniversario de la restauración de la sede episcopal”, dijo el obispo en su homilía. “Jesús, señaló el prelado, Fernando Valera, “es el signo de la humildad, la pobreza, la mansedumbre de nuestro señor”. “El relato de la Pasión pone la prueba nuestra fe en Jesús”, dijo el prelado en su homilía, una Pasión que está tan presente en Zamora “en nuestras cofradías y en la calle, con nuestros pasos, nuestra gente”.

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