Cantos gregorianos entonados por el coro de la hermandad. Hábitos monacales, iluminación con teas de cera y parafina. Una cuidada estética medieval convierten a la procesión del Cristo de la Buena Muerte en una de las de mayor belleza plástica de la Semana Santa de Zamora. La bajada de los cofrades por la calle de Balborraz y el callejear por el entorno de la plaza de Santa Lucía se convierten en momentos tan íntimos que no invitan a pensar en que la cofradía cuente con la huella de la Semana Santa andaluza. Pero la tiene, y muy marcada.

La impronta andaluza en la Buena Muerte se puede ver en los que son los dos elementos más característicos de la hermandad: los hábitos y la imagen titular. La vestimenta se inspira de forma clara en los cuadros de Francisco de Zurbarán, pintor del Siglo de Oro español. En “San Hugo en el refectorio de los Cartujos”, del pintor sevillano, bien parece que se reflejan cofrades de la Buena Muerte mientras reciben al que fuera obispo de Grenoble. Tres siglos después, a principios de los años setenta del pasado siglo, cuando los hermanos fundadores de la Buena Muerte buscan inspiración para la que sería su indumentaria procesional, encuentran las “musas” en Francisco de Zurbarán.

A la izquierda, cuadro de Zurbarán. A la derecha, cofrades de la Buena Muerte. LOZ

No es la única ocasión en la que estos hábitos aparecen en el arte andaluz. Los visitantes del Monasterio de la Rábida, en la localidad onubense de Palos de la Frontera, pueden ver en los murales de Daniel Vázquez Díaz unos monjes que, una vez más, llevan una indumentaria muy similar a los cofrades que, en la noche del Lunes Santo, hacen enmudecer a la capital zamorana. En la serie “Poema del Descubrimiento”, Cristóbal Colón se dirige a unos religiosos con ropajes idénticos a los de la Buena Muerte. Vista la inspiración, los fundadores de la hermandad zamorana “retocan” la túnica, a la que añaden una cogulla de estameña blanca, faja de arpillera ceñida a la cintura y sandalias franciscanas. Del cuello cuelga un crucifijo reglamentario, réplica la imagen titular que desfila. Portan una tea o antorcha de cera y parafina que supone la única fuente de luz por las calles por las que discurre el desfile.

De Andalucía llega también la manera de llevar al Cristo durante la noche del Lunes Santo. Puede que esta peculiar forma de portar al Crucificado sea, junto con el nombre, la única característica que asemeje a la cofradía de la Buena Muerte de Zamora con la del Cristo de Mena —también llamada de la Buena Muerte— en Málaga. Las imágenes televisivas en las que los legionarios trasladan la imagen desde la plaza Fray Alonso de Santo Tomás hasta su trono procesional en la iglesia de Santo Domingo son difundidas todos los años. Los cánticos de los legionarios cuando llevan a hombros a su patrón —“Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera”— nada tienen que ver con el “Jerusalem, Jerusalem” compuesto por Miguel Manzano para la Hermandad de la Buena Muerte de Zamora. Pero es innegable que la forma de presentar al Cristo es muy similar. En Zamora el Crucificado no va, como en Málaga, en un plano totalmente horizontal, ya que realiza la procesión en unas sencillas andas diseñadas para la hermandad en la que ocho cofrades soportan el peso de la imagen titular. Mucho más austero que los trece legionarios que soportan los 150 kilos de peso de la imagen malagueña, a la que levantan a pulso aguantando sobre un único brazo el peso equivalente a una bombona de butano.

A la izquierda, cofrades portan al Cristo de la Buena Muerte. A la derecha, los legionarios hacen lo propio con la imagen de Málaga. LOZ

Aunque la Semana Santa de Zamora y la de Sevilla tienen en común poco más que la fe y las fechas en las que se celebran, las influencias de unas cofradías en otras aparecen, todavía, muy marcadas.

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