A lo largo y ancho de la provincia los católicos conmemoraron el pasado viernes la Pasión y Muerte de Cristo, y por la tarde escenificaron su entierro en los pueblos más semanasanteros de la provincia, siempre pendientes del cielo para saber si la lluvia permitiría sacar las imágenes de los templos, algo que finalmente fue posible en casi todos los casos.

En la iglesia de San Juan de Fuentesaúco se recreó el descendimiento de Cristo en presencia de todos los cofrades de la villa, para introducir al yacente en su urna y, a continuación, celebrar la procesión del Santo Entierro con ocho tallas que impresionaba ver por las calles saucanas.

En Villalpando el descendimiento solo se lleva a cabo en los años bisiestos, solo quedan 355 días. Este año el Cristo del Santo Entierro desfilaba en su urna en una gran procesión con la participación de las cinco cofradías de la villa terracampina y la celebración del Sermón de la Soledad en la Plaza Mayor.

No muy lejos de allí, en Manganeses de la Lampreana, sobrecogía la procesión de Nuestra Madre y Cristo Yacente. Los penitentes se arrodillan para cargar con las imágenes hasta salir de la iglesia y recorrer las calles en la penumbra.

En la otra punta de la provincia, en Fermoselle, el Cristo de la Agonía enmudecía las calles.

La procesión del Santo Entierro de Mombuey comenzaba el paso por las calles, pasadas las cinco de la tarde, con los pasos de La Urna con el Cristo articulado y la Virgen Dolorosa. Medio centenar de cofrades de la Vera Cruz acompasaron su marcha al son de los tambores que marcaron el acompañamiento de la procesión. Momentos antes, casi un centenar de vecinos asistían a los Oficios, en el interior de Nuestra Señora de la Asunción, donde el párroco, José Antonio de La Fuente, procedía al traslado del Santísimo y la adoración de la imagen de Cristo crucificado.

La procesión del Santo Entierro de Puebla reunía en la plaza Mayor la imagen de Cristo crucificado en el interior de la urna y la inseparable talla de San Juanico, para comenzar, poco después de las seis de la tarde el recorrido procesional. En el interior del templo el párroco Julián Galende, concluía los Oficios en el templo de Nuestra Señora del Azogue. Unas doscientas personas participaron en la procesión del Viernes Santo, en medio de una notable afluencia en visitantes en la villa. Ante la amenaza de lluvia, los cofrades no representaron el descendimiento de Jesús de la Cruz para introducirlo en la urna, un acto cargado siempre de devoción.