Se había suspendido, y no hace tantos años (2012 por citar uno) la procesión o acortado el recorrido, pero no se tienen referencias de que la plegaria del Juramento del Silencio se hubiera cancelado nunca, al menos en la historia reciente de la Hermandad del Cristo de las Injurias. Desde luego, en las últimas décadas nadie recuerda que se haya dado tal circunstancia, aunque el presidente, Rufo Martínez, explica que en los años 40 sí se produjo alguna suspensión tanto de plegaria como de procesión.

Sucedió ayer con la plegaria de Juan Emilio Antón, amenazada por los pronósticos de lluvia desde el día anterior, pero que estuvo a punto de salvarse, gracias a una ventana que, se esperaba, debía abrirse entre los chubascos de la tarde del Miércoles Santo. Y cierto, estuvo unos minutos sin llover, pero no los suficientes como para permitir que los cofrades, que empezaban a ocupar su lugar en la Plaza de la Catedral, pudieran escuchar al cirujano y vicepresidente de la Hermandad.

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Suspensión de la procesión de la Real Cofradía del Silencio

Desde horas antes la incertidumbre se cernía sobre la procesión del Silencio, debido a los agoreros pronósticos que hablaban de la entrada de una potente perturbación desde el oeste peninsular. El nerviosismo ante las negras nubes que acechaban en el cielo era palpable.

La cofradía sin embargo, no se arredró: sabía que tendría que tomar una decisión a la hora crítica, pero empezaron a mover todos los elementos necesarios por si al final se podía salir. De la Catedral se movieron hasta los accesos del Castillo los dos pebeteros, salieron banderas y estandartes, y todos los enseres necesarios para salir en procesión.

Los hermanos esperaban en los jardines del Castillo a que se diera la orden para formar las filas y llenar del rojo de los caperuces la plaza de la Catedral.

En ese momento, a la hora en que debía comenzar a formarse el acto del Juramento, ya con los invitados en el sitio reservado (entre otros, el presidente de las Cortes, Ángel Ibáñez o el exministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, que había comido con los hermanos del pebetero del Salvador), se vía claro que se acercaba el chubasco, que iba a llegar a las nueve menos veinte de la noche, y que no venía aislado, sino que formaba parte de un frente mayor. En ese momento la directiva parece que tenía clara la idea de suspender la procesión.

Sin embargo, se abrió una ventana de esperanza en la que el cielo daba una pequeña tregua en la que se podía encajar el Juramento del Silencio. Y así se hizo. Salió la banda de tambores, los pebeteros ocuparon su lugar en la plaza y los hermanos iban llenando ordenadamente todo el espacio. En la puerta de la Catedral esperaba el Cristo de las Injurias y junto a él el chelista Jaime Rapado.

De ahí salieron también el obispo diocesano, Gregorio Martínez, junto al pregonero, Juan Emilio Antón y todo estaba dispuesto para empezar. Pero comenzó a llover. Y con más fuerza de lo que lo había hecho antes, cuando apenas unas gotas habían dejado su huella sobre el piso.

Y no fue el pregonero, sino el presidente de la Cofradía del Silencio el que anunciaba a los presentes la noticia: se suspendía la procesión y el Juramento. Sólo se haría un vía crucis.

El traslado del pebetero de San Salvador

Cientos de personas aguardaban en la calle con la esperanza de que El Silencio procesionara por el casco antiguo, al menos, con su recorrido acortado. Finalmente no fue así, pero muchos hermanos quisieron acompañar a los pebeteros de vuelta hasta el local de la calle de las Doncellas. Lo que causó gran interés por parte de algunos espectadores que siguieron a los cargadores y observaron cómo la torre de San Salvador se guarecía de la lluvia.

Traslado del Pebetero de la Torre del Salvador

Traslado del Pebetero de la Torre del Salvador