El Cristo de las Injurias sufrió ayer un pequeño "percance" durante su traslado desde la Catedral al Museo de Semana Santa, ya que debido a la suspensión del desfile del Silencio no durmió en el centro de la Pasión.

Tras los saludos protocolarios entre directivos de las dos cofradías en la plaza de la Catedral, la comitiva emprendía rumbo al Museo de donde el Viernes Santo saldrá el cortejo de la Real Cofradía del Santo Entierro.

Cuando el paso enfilaba la plaza de Viriato, justo a la altura de la Diputación de Zamora, la parte superior del madero del Crucificado quedó enganchado en un cable de corriente eléctrica cuya presencia había pasado totalmente desapercibida para la comitiva. El guardia de seguridad de la institución provincial fue el que alertó a los semanasanteros de la existencia del alambre, que, de manera temporal, abastece de luz al ágora para el canto del Miserere. Pese al aviso, la inercia del paso hizo que la cruz quedada retenida, lo que obligó a parar durante unos minutos el traslado del Crucificado que recibe culto en la capilla de San Bernardo de la Catedral.

El incidente, tras varias maniobras, se solventó con la utilización de una escalera para liberar la imagen del Cristo de las Injurias, uno de los crucificados que mayor devoción tiene en la capital y una de las obras maestras de la escultura española del siglo XVI, atribuida tradicionalmente a Jacopo Florentino, discípulo de Michelangelo Buonarroti, aunque también se le ha relacionado con Gaspar Becerra o Arnao Palla aunque recientemente el doctor en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid, Luis Vasallo Toranzo, lo ha atribuido a Diego de Siloé.