Las lluvias privaron ayer a los toresanos de reencontrarse con el venerado Cristo de la Expiración y de acompañarle en su último hálito durante el vía crucis procesional que, cada Miércoles Santo, organiza la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad. Los hermanos de la cofradía se congregaron minutos antes del inicio del desfile en el interior de la iglesia del Santo Sepulcro, para asistir al solemne acto de entrada de nuevos cofrades y para implorar a su venerado Crucificado que las lluvias dieran una tregua para poder participar en el vía crucis que, cada año, recorre las angostas calles del casco histórico de Toro.

En previsión de que las precipitaciones pudieran condicionar el desfile, la junta administrativa y los abades habían decidido previamente, acortar el recorrido para llegar a la Colegiata sobre la medianoche, cuando las previsiones apuntaban un mayor riesgo de aguacero. Sin embargo, cuando los primeros cofrades ya habían ocupado parte de la Plaza Mayor y los cargadores se disponían a sacar al Cristo de la Expiración del templo, comenzó a llover, lo que propició que los hermanos regresaran a la iglesia del Santo Sepulcro, en la que también se resguardaron numerosos toresanos.

Tras esperar varios minutos, el presidente de la cofradía, Agustín Arias, anunció emocionado lo que muchos se temían: la suspensión definitiva de la procesión y del juramento del silencio. La desolación y las lágrimas asomaron a los rostros de muchos asociados que, durante todo el año, esperan con ilusión poder acompañar al Cristo de la Expiración en su último suspiro.

Aunque no pudo celebrarse el desfile los hermanos, ataviados con túnica negra con cordón de esparto y caperuz blanco adornado con una cruz de malta roja, se dirigieron apesadumbrados hasta la Colegiata, en cuyo interior se celebró el vía crucis y el tradicional canto y rezo de las "Cinco llagas", que dieron paso a la adoración del Jesús Yacente. El vía crucis del Miércoles Santo es uno de los desfiles más bellos, desde el punto de vista estético, de la Pasión toresana, aunque ayer no pudo celebrarse por las lluvias y por el temor de que el Cristo de la Expiración, que acaba de ser restaurado, pudiera sufrir daños.