Noche de tinieblas, de sayones negros y morados, de carracas. La ilusión que derrochaban los hermanos de las cofradías de la Santa Vera Cruz y el Santo Entierro se trasladó a la participación en una procesión íntima, lúgubre, esperada.

La Ermita de la Soledad fue albergando la llegada de los hermanos de estas cofradías y de la sección de las Damas de la Luz y la Soledad que ultimaron los preparativos de cada uno de los pasos antes de salir a la calle. Algunos rezaron ante las imágenes, no faltaron las promesas, la pasión compartida por generaciones familiares.

Tras una oración en el interior de la ermita dio comienzo el recorrido procesional, arropado por numerosas personas dispuestas a lo largo de la calle Santa Cruz. El Paso de la Verónica, el de Jesús con la Cruz a Cuestas, el Cristo Yacente, la imagen de la Virgen de la Soledad y la Virgen de las Angustias desfilaron solemnes desde la ermita y la plaza de la Soledad por la empinada Santa Cruz y la Encomienda hasta la Plaza Mayor.

Abrieron paso los sayones negros y morados que hicieron sonar las carracas, flanquearon a los pasos de las vírgenes las damas con las tenues luces de las velas.

En la Plaza Mayor la Virgen de la Soledad realizó las venias a la Imagen de Jesús con la Cruz y continuó la procesión después en dos itinerarios distintos. Jesús con la Cruz a Cuestas y la Imagen de la Soledad fueron hacia la iglesia de San Juan, y el resto continuaron la procesión por la calle Carnicerías, calle de la Rúa, hasta la iglesia de Santa María la Mayor.