Los 60 años que cumplía la Virgen de la Armargura desde la incorporación del paso del zamorano Ramón Abrantes en 1959, ha sido uno de los hitos de la procesión de este Lunes Santo de la Hermandad de la Tercera Caída, que ha introducido este año mejoras organizativas con el fin de dar una mayor agilidad al desfile.

El Ayuntamiento ha accedido al ruego de la hermandad y le ha permitido contar con un tramo más amplio de la Cuesta de La Morana cerrada al tráfico con más antelación, lo que posibilitó que ayer se colocaran los hermanos en una amplia zona de la calle, listos para salir ordenadamente en el desfile.

A las ocho y media en punto se abrían las puertas de San Lázaro y empezaban a sonar los clarines y tambores anunciando la llegada de la procesión a las gentes que por millares se agolpaban en las aceras desde la misma plaza. La Policía Municipal había cortado con mucha antelación las calles adyacentes ayudándose para ello no solo con los coches patrulla, sino también con otros elementos de barrera, incluidos grandes camiones de recogida de basura, que impiden el paso de cualquier vehículo hasta la aglomeración de gente.

La cruz guía y el sonido de las esquilas del Barandales, Alfredo Toledo, abrían paso a las cruces pequeñas, numerosas, dos de las cuales eran nuevas este año, cedidas por Feliciano Prieto. Y empezaron a salir los pasos: la Cruz de Yugos, que marchaba al ritmo de los tambores, y la Corona de Espinas, también de Coomonte, mucho más pesada y por tanto con más cargadores en las andas vistas.

Estandartes y palabras dieron paso a la Despedida de Jesús y su Madre, floreada en amarillo, escoltada por la Guardia Civil y con acompañamiento musical de Nacor Blanco. Al Cristo de la Tercera Caída, con adornos florales rojos y violetas y escolta militar, lo recibió la Banda de Zamora con los acordes del himno nacional. Y a la Amargura, paso que manda Luis Martín, adornada con flores blancas y rosas, la escoltaba un piquete del Ejército del Aire, con la Banda La Lira de Toro.

La Tercera Caída se vio arropada por el público durante todo el recorrido, y celebró su acto central en la Plaza Mayor, con el coro, ampliado este año a medio centenar de voces, cantando "La muerte no es el final", que se ha convertido ya en uno de los momentos emblemáticos de la Semana Santa de Zamora.