Convendría a veces contemplar el mundo con la mirada infantil, limpia y alegre. Y también las procesiones de Semana Santa deberían mirarse en la que ayer tarde inició el Misterio Pascual, la de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, que otorga el protagonismo principal a los niños, sea vestidos de hebreos (cada vez más), sea ataviados con prendas de estreno, de la mano de padres y abuelos (madres y abuelas).

A las cinco y media en punto salía el paso de Florentino Trapero que representa a Jesús montado en la borrica entrando en Jerusalén, entre gritos de júbilo y palmas, a las puertas del Museo de Semana Santa. Sonaba de inmediato el hinmo nacional con los acordes de la Banda de Música de Zamora.

Estaban ya preparados en la puerta el capellán de la cofradía, Florentino Pérez, encargado de bendecir palmas y ramos, el presidente de la hermandad, Alberto de la Fuente, la presidenta de la Junta pro Semana Santa, Isabel García y el vicario, José Francisco Matías Sampedro, que relevaba al obispo, habitual en este acto, ya que don Gregorio está convaleciente de una operación de cataratas.

Y exhortó Matías Sampedro a los presentes a que, lo mismo que en esta Semana Santa "acompañamos a Jesús en momentos difíciles de su vida" nos acordemos también de nuestros semejantes y procuremos esa labor de acompañamiento a las personas que están pasando por momentos difíciles. Y se fijó también en "la ilusión de estos niños, que es también la de los mayores".

Terminado el breve y sencillo acto de bención de las palmas resonaron los redoblantes de la Banda de Cornetas y Tambores Ciudad de Zamora, que abrió la procesión, colocada ya en la calle Barandales.

Precisamente el Barandales, Nicanor Fernández, hizo sonar las esquilas dando paso a la cruz guía, los pendones y las filas de pequeños congregantes que marchaban acompañados por sus familiares. Había un grupo especial con vestimenta de hebreo, que proporciona una estética única a esta procesión, una idea que se está fomentando desde la hermandad y que poco a poco parece que va consiguiendo más adeptos. Los hermanos de la cofradía, ataviados también con un llamativo atuendo de caperuz, capa y fajín púrpura, ponen de su parte para hacer de esta procesión una auténtica explosión de colorido y alegría, lo mismo que el paso de Trapero, sometido a unos pequeños retoques para restaurar las zonas más afectadas por desgastes. El cielo nuboso no hacía temer la lluvia, debido a que las previsiones apuntaban tiempo seco, y la procesión pudo completar sin problemas todo el recorrido entre la ilusión de los pequeños dentro y fuera de las filas.