Nada como la mirada de un niño para representar la ilusión. Es lo que toca en la cara más amable de la Pasión, en la procesión que representa a un Jesucristo vivo, aclamado por el pueblo, recibido como el Mesías por las multitudes que salen a su encuentro con ramos y palmas.Todo eso se refleja en la procesión del Domingo de Ramos por la tarde, apoyada en uno de los pasos más entrañables de la Semana Santa.