Uno de los aspectos más llamativos del exterior del nuevo Museo de Semana Santa es la ampliación de lo que hoy es una estrecha calle que lleva el nombre de Thalberg, que ayudará a la organización de los desfiles procesionales. Los autores del proyecto, los arquitectos Beatriz Matos, Alberto Martínez, Néstor Montenegro y Antoni Gelabert explican la razón por la cual van a eliminar la curva que describe el actual Museo en la pared paralela a Santa María La Nueva.

"Hay algo artificial en conservar la traza de una curva que no se adscribe a los movimientos naturales de transformación de la ciudad: la curva, como solución continua, desorienta la traza compleja y quebrada en la que Zamora, sin embargo, se mueve". Y es que "fruto de esas trazas quebradas y no continuas de Zamora, surgen espontáneamente unos breves espacios de acogida frente a prácticamente todos los edificios públicos de relevancia que se aproximan al eje de Santa Clara, Ramos Carrión y las Rúas". Ponen como ejemplo el que existe frente al Teatro Ramos Carrión.

Con el redibujado de la alineación a la calle Sigismund Thalberg, "proponemos un pequeño espacio exterior para el Nuevo Museo. Un espacio de acogida, un que reimagina la traza junto a la Iglesia y proporciona nuevos puntos de vista sobe su reconocida arquitectura. Un espacio que se apoya en un hueco al interior del Museo, el único hueco, con el fin de generar un momento de deseo, un vistazo brillante nocturno, un foco para la celebración. Un espacio exterior necesario e independiente del de acceso al edificio, que se conserva como parte fundamental de la memoria en su posición y geometrías actuales, detrás del ábside de Santa María la Nueva". La nueva volumetría y las decisiones tomadas sobre el perímetro "hacen que el impacto visual desde la Iglesia de Santa María la Nueva se minimice. Estamos generando un telón de fondo neutro (construido con sillares de piedra tosca o piedra de Zamora) y amable sobre el que destaque la pieza románica. Estamos además respetando la posición del punto de acceso y salida de pasos actual, así como el acceso de público al Museo, en un gesto de respeto a la ciudad y su memoria". Desde la parte inferior de la muralla "solo veremos la nueva volumetría, consolidada como una serie de planos abstractos de piedra que dibujan las alturas y retranqueos normativos, sin pretender aportar ningún otro elemento de lectura visual o de escala".

Interesante resulta también la reflexión de los autores sobre el interior. "El espacio de exposición se divide a su vez en dos tipos de espacio. Por una parte, los grandes vacíos atravesados por intrépidos claroscuros, construidos con una arquitectura de muros y lucernarios, de clara referencia espiritual; espacios de los sentidos propios del evento que se expone, del recogimiento y de la exaltación, de la luz y la oscuridad, del silencio y los sonidos lejanos. En ellos se exponen las grandes piezas artísticas, pasos de altísima relevancia que pueden observarse desde distintos ángulos en los planos horizontal, vertical y diagonal. Por otra parte, espacios menores anejos a cada sala en la que exponer piezas artísticas de menor envergadura, pero también donde concentrar la tecnología y la didáctica en forma de evento". Ambos tipos de espacios "se suceden y complementan", con una "medida relación entre la contemplación de las grandes piezas escultóricas en espacios de exaltación sensorial, y el aprendizaje por el medio digital de los museos más avanzados".