Pese a las malas rachas, incluso las de viento helador, la cofradía benjamina de la Semana Santa zamorana volvió ayer a honrar la memoria de los que ya no están. Ya es sabido que el viento nunca ha soplado a su favor, pero el compromiso de sus 700 hermanos por mantener vivo el recuerdo de los antepasados de la Pasión continúa inmóvil.

Una vez abiertas de par en par las puertas de la Catedral, el toque de campanas del templo que anunciaba las siete y media de la tarde dio relevo al tañer de las esquilas del Barandales. A diferencia de años anteriores, los cofrades no fueron poblando el contorno del atrio del Salvador para el rezo de la oración sino que enfilaron de forma directa la plaza de la Seo con sus austeras túnicas cistercienses, unas de color hueso, otras de blanco nuclear.

Conducidos por la cruz guía obra de José Antonio Pérez, una hilera de faroles iluminó el lento caminar del cortejo en dirección al camposanto siguiendo su itinerario habitual al no verse afectado por el estado del inmueble de la rúa de los Notarios.

A orillas del recorrido, cientos de devotos ateridos de frío se congregaron para contemplar el paso de la procesión, la última antes del comienzo oficial de la Semana Santa previsto para hoy.

Sin apenas novedades, la música volvió a cobrar un protagonismo especial en memoria de los difuntos. Después de que el año pasado el coro estrenara el "Pie Jesu", creada por el director de la agrupación vocal, Manuel Alejandro López Pérez, en esta ocasión el colectivo recuperó "Lacrimosa" del zamorano Héctor Pérez. La obra, a tres voces en latín y caída en desuso, volvió a ser entonada durante el trayecto junto al ya tradicional "De profundis" que rompió el silencio al inicio del cortejo a su salida de la Catedral. Tras los diferentes estandartes, cruces y tambores que jalonaron la procesión, el coro masculino precedió el paso de la imagen titular de la cofradía, la talla de Jesús de Hipólito Pérez Calvo, portada a hombros sobre las antiguas andas por más de cincuenta cofrades.

Coincidiendo con la caída del sol, los hermanos atravesaron la Puerta del Obispo, uno de los puntos con encanto más fotografiados del recorrido, para proseguir su camino por las peñas de Santa Marta y cruzar el puente de Piedra, otro de los lugares con mayor atractivo pese a la carencia de iluminación por "La hora del planeta". Ya en la margen izquierda del Duero, con menor afluencia de público, los hermanos arribaron al cementerio de San Atilano, donde se ofició el homenaje a los fallecidos con la actuación del cuarteto musical de la cofradía y la ofrenda floral realizada por el teniente de alcalde y concejal de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Zamora, Antidio Fagúndez, en compañía de otras autoridades.

Al cierre de esta edición, la comitiva continuaba su camino de regreso al templo de San Salvador, donde la imagen titular homónima de Luz y Vida es venerada al abrigo de San Pablo.