Tras los muros de la iglesia románica de Santa María de la Horta los hermanos de las Siete Palabras, una vez concluidos los reencuentros y saludos por volver a coincidir un año más en el mismo marco, escucharon la Palabra de Dios pronunciada en esta ocasión por el capellán de la penitencial José Alberto Sutil, puesto que el obispo de la Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, limita sus apariciones públicas a las celebraciones que tienen lugar en la Catedral tras haber sido sometido a un trasplante de riñón durante la pasada Navidad.

Minutos antes de la medianoche, las calles de los Barrios Bajos estaban repletas de zamoranos y turistas que querían acompañar a la impresionante talla del Cristo de la Expiación o de la Agonía, que procesiona desde hace 50 años.

La apertura de las puertas del templo y la presencia de algunos hermanos impuso el silencio entre los congregados en la calle para instantes después salir en sus sencillas andas la imagen del Crucificado.

Salieron los portadores de los estandartes con las Siete Palabras, renovadas este año. Las primitivas telas que desfilaron durante décadas han sido reemplazadas siguiendo los principios estéticos de la penitencial, pana verde como fondo y las letras blancas pero ahora bordadas en hilo del color de la pureza.

La cruz guía, que hiciera el pasado año el tallista José Antonio Pérez con motivo de los 50 aniversario de la fundación de la hermandad, los siete crucificados aportados por distintos artistas, y los tambores esperaron en el exterior del templo al reguero de hermanos, ellos y ellas unificados bajo los altos caperuces de la verde pana y la estameña blanca, que comenzó a desprenderse desde las puertas del templo románico. Los sonidos hicieron acto de presencia. Primero el impacto de los hachones que llevaban los hermanos contra el suelo sobre la vieja ciudad y luego el sonido de los bombos que establecían una especie de diálogo entre ellos.

El Cristo de la Agonía, tallado en la segunda mitad del siglo XVII, inició su avance primero por las calles de La Horta, para luego encarar una de las arterias más singulares de la ciudad, la mítica calle de Balborraz. Tras ella se sucederían el paso por la Plaza Mayor y la calle de Ramos Carrión para en la plaza de Viriato tener lugar el rezo-lectura de las Siete Palabras a cargo del hermano Luis Pablos Flórez.

En su regreso hacia la Horta, cuando todavía por las calles del casco antiguo apenas quedan hermanos de fila que indique la senda, cuando el Cristo de la Agonía marcha sus últimos pasos sobre los hombros, el desfile procesional se torna todavía más íntimo.

El sonido de los hachones y de los tambores interrumpe el silencio. Es el momento de la oración y de la reflexión sobre lo que se conmemora con la celebración.