Un hermano sale de Santa María la Nueva y se asoma al cielo de Zamora implorando que pare la lluvia para que Jesús Yacente salga a la calle. La ciudad vive su noche más corta, en la que no se duerme, pendiente de las previsiones meteorológicas que ya han obligado a acortar el recorrido del Cristo de las Injurias y de la Vera Cruz. Zamora vive pendiente, en el día más mágico, de Jesús Yacente y Jesús Nazareno.

Mientras la Virgen de la Esperanza recorría las calles del casco antiguo, los hermanos de Jesús Yacente acudían al templo de salida de la procesión para colocar a Cristo en la urna de metacrilato que la hermandad compró hace varios años para situaciones como la de este Jueves Santo. La imagen pudo salir a la calle, con sus ojos entreabiertos, a dar paz a los fieles que se congregaban a su paso.

Día de nervios y de ajetreo hasta que el yacente de Francisco Fermín presidió, desde su altar, el ir y venir de hermanos, de los de acera y de los de fila, en una tarde de Vera Cruz, viento y nubes negras protegido por su urna.

Lana blanca y fajín morado en las inmediaciones de Santa María la Nueva, hermanos llamados a la oración antes de velar a Jesús por las calles de Zamora. Se abren las puertas de la iglesia y mientras la ciudad enmudece sólo se oye la campana del viático, el ruido seco de los hachones al golpear el suelo y la lluvia que cobra fuerza esperando a su Cristo. Comienzan a salir los hermanos en filas de tres en tres en la que fue la última procesión de Dionisio Alba como hermano mayor de la cofradía después de quince años ostentando este reconocimiento.

Los clavos y la corona de Cristo llevadas por los más pequeños; las cruces de penitencia que cada año pesan un poco más al inscribirse en ellas el nombre de todos aquellos hombros que las han portado y la lluvia que no cesa. Cuatro cirios rojos deberían iluminar a un Jesús que yace sobre su parihuela en la noche zamorana mientras una hilera de velas rojas le marca el camino desafiando al cielo.

Al cierre de esta edición Jesús Yacente caminaba por las calles de Zamora mientras su hermandad seguía mirando a un cielo lluvioso que no espantó a los cientos de zamoranos que se acercaron a la procesión. A la par, los hermanos de Jesús Nazareno se preparaban con el mismo temor a un cielo que lloraba por un Cristo muerto.