Ya es un clásico del Domingo de Resurrección. Su indumentaria infunde mayor alegría si cabe a la popularmente conocida como primera romería del año. Va de calle, al igual que el resto de hermanos de la cofradía, pero las particulares corbatas del tamborilero Javier Cuadrado se han convertido en otro de los tradicionales atractivos de la Semana Santa de Zamora. Amarillas, moradas, verdes... las tiene de todos los colores. Y todo comenzó por casualidad.

De joven era cargador del Cristo Resucitado. Acudía a la Escuela de Folclore y un año, durante el tradicional refrigerio que ofrece Antonio Pedrero en el patio de su casa, tomó prestado el pequeño tambor y la flauta del tamboril titular y se puso a tocar.

Al año siguiente, llevó su propia flauta. Conocedores de su habilidad, desde la directiva encabezada entonces por Ricardo Blanco decidieron echar mano de él durante el desfile procesional. "Una vez éramos muy pocos, íbamos cuatro gatos en la procesión y no se escuchaba el tamboril desde el interior del paso", recuerda. No es que no se escuchara, es que no había. El tamborilero se había puesto enfermo. "Oye, te vas a tener que salir", le dijeron en la plaza de Santa Lucía. "A mí mientras no me autorice el jefe de paso, yo no me salgo", respondió. Unos metros más adelante, en el fondo de la Hostería Real, dejó la talla triunfante de Ramón Álvarez y salió escopetado hacia su casa a coger la flauta y el tamboril: iba a dejar de cargar para comenzar a tocar. "Fui hecho un desastre, de cintura para abajo iba como se tiene que ir a una procesión, pero de cintura para arriba llevaba la ropa vieja media rota", cuenta. Desde ese Domingo de Ramos, hace casi treinta años, sus sones preceden al Cristo Resucitado. Tras su primera aparición con la ropa hecha jirones, comenzó a salir de traje y corbata. "Cosa que me horripila", confiesa. "Solo me los pongo cuando voy de boda o a dar alguna conferencia sino, ni harto a vino", bromea.

Durante una merienda de "El zorro", como así llaman al Cristo, Antonio Pedrero le espetó: "Oye, Javier, aquí siempre el tamborilero llevaba traje regional". Cuadrado recogió el guante y en la siguiente semana de Pasión enrolló al tamboril una corbata blanca con bordado carbajalino que le había regalado Alfonso Bartolomé. Pero al año siguiente se preguntó: "¿Quién dijo miedo?". Y se la anudó al cuello. Lo cierto es que en esa primera vez apenas la lució por el mal tiempo, pero José Poza le advirtió: "Como el año que viene no la traigas, no sales". Dicho y hecho, a partir de esa fecha, Javier Cuadrado realiza un guiño al patrimonio folclórico de la provincia en cada una de sus corbatas, realizadas a mano en su inmensa mayoría por su mujer. Además de los bordados de Carbajales, los "picaos" de manteos de Aliste o incluso el zangarrón de Sanzoles, son otros de los motivos que inspiran sus prendas y que ahora se exponen en el escaparate de la pastelería de su hijo, además de en el Museo de Semana Santa donde se exhibe de forma simbólica una de sus corbatas de color rojo, a juego con la capa del Resucitado. "Soy estrambótico y muy carnavalero, no en vano he sido miembro de Las Comadres, la mejor murga que ha habido en Zamora en siglos; me gusta innovar y no estar quieto", comenta. Tanto que este año irá con una pajarita que, a su juicio, "es la bomba". "Voy espectacular", avisa.