Con la muerte de Dionisio Alba Marcos, Zamora dice adiós al precursor de la Semana Santa zamorana tal y como ha llegado a nuestros días. Era el último del trío formado por Ramón Amigo, fallecido en 2008, el sacerdote Antonio Alonso y él mismo, que puso en marcha la cofradía que marcaría una nueva era en la celebración zamorana con la fundación de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, después de que un joven Dionisio «tirara» de aquella sábana que ocultaba la magnífica talla del Cristo en la iglesia de la Concepción. Era, también, el penúltimo de los 111 primeros integrantes de la Hermandad. Hace tan solo unos meses fallecía Luis Salvadores y de aquellos pioneros solo queda Emilio Prieto, «Miloncho», también nonagenario, único titular ya de aquel primer grupo que salió en procesión en 1942, un año después de la aprobación canónica.

Buena parte de sus 97 años los pasó Dionisio Alba Marcos entre los muros de Santa María la Nueva, pendiente de cada detalle del Yacente. Alba, que echaba de menos, decía, la religiosidad profunda de otros tiempos, era también un esteta nato, tal vez por las horas pasadas entre gemas y platería en el negocio heredado de sus padres. Tanto el Yacente como las Capas, contempladas desde la acera, son coreografías perfectas donde nada queda al azar, nada, ni siquiera un detalle en el atuendo de cualquier cofrade que pudiera deslucir el acontecimiento que aguardaba con cada luna llena del equinoccio de primavera. También supo rodearse de quienes, como él, poseían un instinto que ha configurado la singularidad de la Pasión zamorana, como el propio Amigo o Manuel Molinero en la Hermandad de Penitencia.

Porque, aunque profundo creyente, en ese nuevo concepto semanasantero había también sentido de lo teatral. Recuerdo su risa socarrona cuando decidió, abiertamente, poner fin en una entrevista para el periódico a las múltiples leyendas que circulaban en torno a la puesta en escena del Yacente, ligadas a la época en que nació: ni el traslado del cadáver de José Antonio, ni entierro de militante falangista alguno. Simplemente, cine, la escena del entierro de Julieta de la versión del drama de Shakespeare rodado por George Cukor en 1936 y estrenado en España en 1940, proyectado en el Principal. Presumía de ser creador de cuatro cofradías: la refundación de la Borriquita, las Capas, el Yacente y la del Ecce Homo en Cádiz, donde estuvo destinado en guerra, al lado de su otra pasión: el mar. Mantuvo intacta esa lucidez creadora hasta el último momento. Sorteó enfermedades y pérdidas y mantuvo, hasta que las fuerzas le fallaron, su cita en la joyería familiar y, sobre todo, en Santa María la Nueva. Se fue sin avisar. Como cada mañana, desayunó con el periódico. Ojalá que las últimas palabras que leyó en este diario le ayuden a partir en paz y sin lastre.

Dionisio Alba Marcos es, para siempre, parte de la historia de Zamora. Como amante del mar y miembro de la Real Liga Naval Española, ayer rescató su barco de dique seco y emprendió nueva singladura. Navega seguro: sigue la luz de un faro que nunca se apaga, el mismo cirio que alumbra a su Yacente.