-"¿Será el Cristo bueno?", preguntó el sacerdote Antonio Alonso.

-"Yo creo que sí", respondió Dionisio Alba Marcos.

Aquella conversación frente a la recién descubierta imagen de Jesús Yacente en la iglesia de la Concepción en 1941 cambió la Semana Santa zamorana. El momento, impagable, fue quizá una de las mayores aportaciones de Dionisio Alba Marcos, cuya llama terminó ayer por apagarse, a los 97 años. Con su adiós se va buena parte de la historia moderna de la Pasión, que despide así a su último gran renovador.

La influencia de su labor en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo es fácilmente perceptible en la actualidad. Hoy, nadie discute que el canto del Miserere del Yacente en la plaza de Viriato es el momento culmen de las procesiones zamoranas. Lo más sorprendente es que la imagen de hoy, en pleno siglo XXI, apenas difiere de la que Alba Marcos ideó en 1941 junto a los otros fundadores. Aquella anécdota, convertida hoy en leyenda, ha dejado en segundo plano sus otras, innumerables, aportaciones.

Dionisio Alba Marcos prefería la Semana Santa que descubrió en su niñez, la "espiritualidad" de una celebración plagada de ritos que acabaron perdiéndose por la senda del tiempo. Su padre Dionisio Alba Pardo -fundador de la joyería familiar en 1889- lo apuntó a la Cofradía de Jesús Nazareno con solo siete años. En 1937 se dio de alta en el Santo Entierro, donde acabaría convirtiéndose en jefe de paso de La Lanzada. Entonces, el espectacular grupo de imágenes de Ramón Álvarez salía de San Esteban. "Los pasos por el estanco de la Renova, el mirador de la casa de doña Luisa Genón, frente a El Correo de Zamora, y del pórtico de las Concepcionistas eran los lugares más complicados", relataba hace diez años en este diario, en un extenso reportaje sobre su vida.

Pero el momento clave llegó en 1941. Terminada la Guerra Civil, los jóvenes que regresaban del frente se implicaron en movimientos que alzaban el vuelo, como Acción Católica. La figura de su consiliario en la ciudad, Antonio Alonso, sería determinante. En 1941, el descubrimiento de una imagen arrinconada en la iglesia de la Concepción -Jesús Yacente se atribuyó a Gregorio Fernández antes de dar con su verdadera autoría, Francisco de Fermín- inspiró la creación de una hermandad que en solo un mes superaba ya el centenar de miembros. Una estética rompedora y el "perfeccionismo" que le inculcaron sus fundadores hizo que este diario elogiara la puesta en escena de aquella primera salida en 1941, pese a que la lluvia y el tiempo desapacible apagaran velas y cirios y la imagen tuviera que ser tapada con gabardinas.

Caperuces altos, fajín morado para ceñir la estameña, filas de tres hermanos, cojines para portar los instrumentos de tortura de Jesús... Aquellos elementos rompían la tradicional estética zamorana en torno al mayor de sus misterios: un Yacente en parihuelas. En 2007, Dioniosio Alba Marcos desvelaba el porqué de aquella fórmula que hoy sigue helando la sangre a más de un espectador la madrugada del Jueves Santo. "Lo cierto es que fuimos a ver la película de Romeo y Julieta y nos gustó mucho la escena en la que llevan a Julieta al panteón de los Capuleto". Y eso que fueron seriamente advertidos del riesgo. "Como todos los pasos iban en mesas, cuando presentamos la imagen en andas, nos decían que se nos iba a caer el Cristo". ¿Alguien diría hoy tal cosa?

Lo que muchos semanasanteros desconocen es que el Yacente no fue el único hallazgo. En los años cincuenta se gestaría el nacimiento de Las Capas, que ya tenía barrio, el de Olivares, y prenda, la capa alistana, pero no imagen pues el presidente de la Cofradía de Valderrey había negado la cesión de su Crucificado. En plena búsqueda, Alba Marcos y Manuel Martínez Molinero se toparon en San Claudio con un Cristo sencillo, anónimo y de mirada serena, que había pasado desapercibido bajo las cortinillas de un dosel. La imagen del Amparo, que saldría a las calles zamoranas en 1965 por primera vez, es hoy uno de los símbolos de la Pasión. Y si alguien se atrevía a apuntar una cierta asimilación de la estética alistana, Alba Marcos respondía que no fue hasta dos años después cuando conoció la procesión de Bercianos, inherente a la capa alistana.

Asimismo, el joyero participó activamente en la refundación de la Hermandad de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén -de la que era hermano número uno- y dio impulso al nacimiento de otra cofradía... en Cádiz, la del Ecce Homo. En los últimos años prefirió guardar distancia con las procesiones, quizá para evitar contaminar sus recuerdos de mocedad: devotos alumbrando la Oración del Huerto, velas tras la Dolorosa de la Vera Cruz, oraciones al paso de La Caída o los fieles acompañando a la Virgen de los Clavos. Recuerdos incorruptibles en la memoria de Dionisio Alba.