Benicio Rodríguez puso alma, corazón y vida en un Sermón del Descendimiento que se convirtió por méritos propios en alma máter de la Pasión de Cristo en Bercianos. Con 79 años volvió su mirada 75 atrás, a la primavera de 1941 cuando con sólo tres años fue testigo del Santo Entierro: "Muchas lágrimas se han vertido a lo largo de los años en este día en Bercianos", y tuvo un recuerdo para los penitentes: "Muchos cofrades nos han dejado, amortajados con esas túnicas blancas que han sido para ellos testigos de tantos misereres cantados camino del Calvario, que con su capas pardas han sabido expresar su fe y devoción a este Cristo, yacente, pero siempre vivo en lo más hondo de sus corazones". Y sentenciaba "nunca han sido actos de folclore superficial, sino procesiones de profunda devoción sincera. Fe popular brotada del corazón. No podía ni puede ser menos. Y así debe ser también ahora. El mismo acto lo pide: un hombre entrega su vida hasta la muerte y una muerte en cruz por cada uno de nosotros. Y eso no es una fiesta de músicas y danzas paganas y ligeras, sino una entrega de amor sin limites". La práctica totalidad entendió su mensaje, por desgracia unos pocos, algunos curiosos y varios fotógrafos, volvieron poner en peligro la Pasión de Cristo para convertirla en una pasarela o romería.