El gran impulso que experimentó la Semana Santa a partir de la segunda mitad del siglo XX dejó en el olvido a muchos de los que la habían llevado al esplendor por la que se la conocía entonces. Sin embargo, Valentín Mireles fue uno de los que dejó vinculado su nombre para siempre a la celebración mediante su pasión por el bordado en oro.

Valentín Mireles Deza, natural de la localidad vallisoletana de Mota del Marqués, a escasos 25 kilómetros de la ciudad de Toro (1), donde nació en 1833, desarrolló la carrera militar llegando a alcanzar la categoría de comandante de Caballería y fue condecorado con varias cruces. Debió de establecerse en Zamora a muy temprana edad "pues se le tuvo y consideró siempre como hijo de esta ciudad (2)" donde era respetado y querido por todos, y abría su casa cada 14 de febrero para invitar a un refrigerio a todos aquellos convecinos que quisiesen celebrar con él su onomástica.

Desde muy joven se interesó por el mundo del bordado en oro aunque no se sabe de dónde le pudo venir la afición o dónde pudo adquirir los conocimientos para desarrollar tal compleja tarea en la que adquirió una destreza admirable que queda patente en sus numerosas y excelentes obras conservadas en la ciudad, "ni el oro ni la plata ni la seda tenían secretos para él en cuanto se refiere a su aplicación en el bordado (3) ". La importancia y calidad de sus trabajos queda de manifiesto en las crónicas de la visita que realizara Alfonso XII a la ciudad de Zamora en septiembre de 1877 donde el rey "empleó un gran espacio de tiempo en esta visita (4)" para recorrer detenidamente las distintas estancias del Hospicio, hoy Parador de Turismo, donde le llamó especialmente la atención las prendas expuestas en la ropería, casullas y capas pluviales así como paños de distintos regimientos militares realizadas por las "acogidas del establecimiento (5)" bajo la dirección de Mireles.

Y es que parece ser que Mireles instruyó a las niñas acogidas en el Hospicio en el arte del bordado en oro y también a las señoritas de la buena sociedad zamorana, estableciendo una academia de bordado en la ciudad (6), donde se materializaron lo que debieron ser sus diseños y a las que suponemos debió de enseñar la técnica del bordado con hilo de oro y se dedicó a controlar y supervisar los trabajos, pues además su interés no era para nada lucrativo ya que donaba sus obras cobrando, en ocasiones, sólo el material empleado, 194 pesetas en el caso del manto de la Soledad (7). Sus diseños se encuadran dentro del estilo Isabelino, denominado así por surgir durante el reinado de Isabel II (1833-1868), consistente en bordar el contorno de los mantos y túnicas con un estrecho galón geométrico y una ancha cenefa de decoración vegetal; el campo de las piezas podía estar sin bordar o bien salpicado de estrellas.

Fue en 1886 cuando realizó lo que parece ser su primer trabajo documentado para la Semana Santa salido de su "taller", el manto y saya que donara para la nueva imagen de La Soledad de la Congregación que Ramón Álvarez entregaría ese mismo año. Se trata de un manto de terciopelo de seda negro bordado en oro en el mencionado estilo Isabelino, profusamente decorado en su contorno con motivos vegetales compuestos a base de grandes hojas de cardo que se entrelazan con tallos, hojas y flores, rematado con un estrecho galón exterior geométrico. La saya a juego se decora en los pies y se añade, en el centro de la composición, la corona con los tres clavos.

El 13 de abril de 1900, Viernes Santo, la venerada imagen de Nuestra Madre de las Angustias lucía "nuevo y valioso manto (8)" en una procesión acompañada por una "inmensa concurrencia de fieles (9)". De nuevo Mireles borda exclusivamente el contorno del manto a base de una gruesa cenefa de amplios roleos que se entrecruzan alternándose con grandes palmas intercaladas y grandes flores de la pasión, motivo recurrente en muchas de sus obras, y rematada con estrecho galón también vegetal en este caso.

Escasos dos meses antes de su fallecimiento, regala la túnica para el Nazareno de La Caída, expuesta el 30 de Marzo de 1901 en el comercio que los "Hijos de Rueda tienen establecido en la calle Renova" y bordada por las distinguidas señoritas Concha Espejo, Matilde Pérez, Patrocinio Castaño y María Martínez bajo la dirección de Mireles (10). Se trata de una túnica en terciopelo morado de seda bordada en oro de nuevo con una ancha cenefa de motivos vegetales y rematada en estrecho galón exterior a base de hojas y lazos; en este caso Mireles borda igualmente las mangas y el amplio cuello. El bordado de esta túnica es muy similar al bordado del manto de Nuestra Madre pero de factura más simple, esquemática y menos elaborada. Repite en la cola la corona de espinas con los clavos como en la saya de la Soledad.

Estas tres piezas son las que Mireles realizara junto con su "taller" para la Semana Santa, además de una túnica bordada para la Verónica y que no parece conservarse, si bien el Heraldo de Zamora recoge este dato en un artículo de 1940. Quizás la referida túnica sea fruto de la donación que realizara en 1875 doña Dolores Reina a la antigua imagen y que posiblemente marchara con ella una vez vendida en 1886 a don Ramón Luelmo (11). De la misma manera no se conserva la colcha en rico terciopelo morado bordado en oro que realizara para el Cristo Muerto del Santo Entierro que fue donada por doña María del Carmen Coria Fernández. La pieza fue realizada para la antigua urna dorada hoy expuesta en el Museo de Semana Santa y quizás su estreno coincidió con la restauración que José Gutiérrez realizara del Cristo muerto en 1881. Debió de ser una pieza de buen tamaño pues se cubría con ella prácticamente todo el cuerpo yacente de Cristo, a excepción de la cabeza, después de ser colocado en la urna tras el Sermón del descendimiento.

Sin embargo, existen dos piezas que, aunque no documentadas como del taller de Mireles, llevan su clara marca en el diseño y la técnica. La primera es la túnica del Nazareno del "Cinco de Copas" realizada en 1896 por Petra Custodio, posiblemente instruida por Mireles, elaborando una pieza que repite el esquema propio del bordador y cuyos motivos decorativos se asemejan mucho a los del manto de la Soledad.

La otra de las piezas es el manto de las estrellas de Nuestra Madre de las Angustias, una obra que parece responder al hacer de Valentín Mireles pero en una versión quizás más simplificada, en lo que se refiere al empleo de puntadas más sencillas, y primitiva en el desarrollo de los motivos vegetales, menos elaborados, que correspondería con la temprana fecha y la incipiente experiencia bien de él mismo bien de sus aprendices del Hospicio. Así lo demuestra la saya, resuelta con bastante simplicidad, mostrando tres clavos dentro de una corona de espinas, similar a la de La Caída y la Soledad antes mencionadas, flanqueada por sendas palmas, rematada con la misma cenefa de "ochos" del manto.

El 16 de Mayo de 1901 fallecía Valentín Mireles Deza, sin descendencia y con su hermana como única familia "dejando tras de sí inmenso vacío que llenar (12)". Tanto el Heraldo como EL CORREO DE ZAMORA recogen extensas notas necrológicas sobre su muerte, acaecida un día después de la de Miguel Torija, donde queda patente el cariño que se le profesaba en la ciudad.